viernes, 18 de abril de 2014

Gabo no ha muerto...

Gabo ha muerto.

Lo informaron los cables, ha sido titular en las agencias de noticias, en blogs y en los —acaso más veloces— memes de las redes sociales. Gabo ha muerto, y se ha muerto de verdad, no en una ficción, en una de las cuales bien podría volver a la vida en un santiamén. Gabo ha muerto, sí, y sin embargo sigue vivo gracias a la ficción, gracias a sus ficciones que hoy se han hecho más clásicas aun.

Uno de los memes con los que se informó de la muerte del Nobel.

Gabo ha muerto. Tenía casi noventa años y se ha muerto tan de repente que nos ha dejado aturdidos.

Todos los que lo leímos, y quienes lo leerán, tenemos una historia personal con él. Camino a la inmortalidad, algunos autores en algún momento de su vida dejan de ser esas personas de carne y hueso a las que, les crecen las uñas, y se vuelven su obra. Esto le ha pasado a García Márquez. 

Mi primer acercamiento a su obra se la debo a un maravilloso cuento titulado: "Un señor muy viejo con unas alas muy enormes"[1], una maravilla de cuento, una genialidad de la que guardo un gran recuerdo. Como su personaje en esa historia, Gabo ya levantó vuelo. No lo vimos alejarse de nuestras vidas hasta cuando ya no era visible, hasta ser un punto imaginario en el horizonte del mar, no era necesario.

Gabo el hombre ha muerto, pero su obra sigue viva en cada uno de sus lectores: pasados, presentes y futuros. Hasta siempre, maestro.


[1] El cuento aparece en la obra: La Increíble y Triste Historia de la Cándida Eréndira y de su Abuela Desalmada - Siete Cuentos. Y lo leí gracias a mi hermana, quien siendo alumna de Rossella Di Paolo me prestó una guía de prácticas de un curso de literatura que llevaba en la Pontificia Universidad Católica del Perú, y en el cual además, descubrí a autores que siguen estando entre mis favoritos, como Ernesto Sabato, Jorge Luis Borges, Manuel Puig, Julio Cortázar y Jorge Eduardo Eielson.