jueves, 11 de julio de 2013

¿Cómo corregir un texto? - De la relectura, al corrector de estilo

Texto en corrección.
Quizá el peor error que alguien que se dedica a escribir podría cometer es no corregir. Hace poco traté de leer el trabajo de una cierta persona, pero tenía errores tan garrafales que resultaba prácticamente imposible seguir la lectura. Tal vez su idea era buena, pero una mala redacción dificulta mucho el que sea tomado con seriedad. Para evitar este tipo de inconvenientes debe uno corregirse a sí mismo tantas veces como sea posible, pero esto no basta, es por eso que además debemos dejar de pensar que somos autosuficientes y que no cometemos errores y busquemos una segunda opinión.

Corrigiéndose uno mismo
Este paso es tan importante como redactar el texto e implica una relectura pacienzuda y meticulosa  ─de ser posible, hecha a hoja impresa y en voz alta─, la misma que debe hacerse tantas veces como sea posible.

Sea que estemos produciendo un texto de divulgación científica o uno artístico, siempre es necesario leer varias veces lo que hemos escrito para evitar errores de contexto, ortográficos y gramaticales.

Buscando una segunda opinión
Recuerdo mucho que al leer La Náusea, y prestarle atención al prólogo de José Mañas comentaba aquel que Sartre quería presentar el texto de manera diferente, pero le sirvió de mucho buscar una segunda opinión:

Su intención, desde un principio, fue darle categoría filosófica al género novelesco y llevar a cabo su particular revolución copernicana haciendo tábula rasa de los sistemas filosóficos de su época. Los primeros manuscritos debieron ser impotables. Afortunadamente Simone de Beauviour (el “Castor” de la dedicatoria) le consejó introducir algo de suspense en la trama y literalizar al máximo sus ideas (Sartre, LN, 6).

Si bien es muy importante corregirse uno mismo, no podemos dejar de reconocer que existe un tipo de lectura, a la que llamo “mental”, que nos hace perder objetividad ante nuestro escrito y nos lleva a leerlo más con “la mente” que con los ojos, y ello nos impide ver cosas que otros pueden ver.

Me pasó hace poco leyendo un “manuscrito”[1] de la novela de un buen amigo. Cabe anotar que mi estimado camarada trabaja como corrector de estilo y posee una prosa pulquérrima, sin embargo, conocedor de los riesgos de la propia lectura, me pasó su texto para que lo ayudara viendo cosas que él, nublado por sus propias pasiones no podía ver. Y así fue, encontramos algunos errores como que un personaje asesinado apuñalado, se mencionaba en otra parte que había sido abaleado. ¿Qué había ocurrido? La primera versión de la novela partía de un asesinato a balazos y la segunda consideró mejor el apuñalamiento. Mi amigo, leyendo “con la mente”, no pudo captar este error que podía ser evidente para otro. Es bueno, por ello, buscar una segunda opinión. Claro está, yo también lo haré al terminar una novela que estoy escribiendo.   

Buscando ayuda profesional – el corrector de textos
Si en algún caso no conocemos a alguien que tenga un buen dominio del español, podríamos usar un corrector de estilo, una persona que sabe de estos temas. Visto que los correctores ortográficos cibernéticos[2]  no son ciento por ciento confiables, es recomendable visitar al corrector de textos o de estilo.

¿Dónde hallar un corrector de estilo en Perú?
Si está usted buscando alguien que le corrija sus textos, debe ir sabiendo que se cobra por página A4. Si requiere más información, puede dejar un mensaje aquí mismo y nos comunicamos por interno para acodar precios para cualquier trabajo.

Bibliografía citada
SARTRE, Jean Paul. LA NÁUSEA. Editorial Losada. Madrid. 192. (LN).



[1] No era realmente un manuscrito, puesto que ya casi nadie escribe “a mano”, sino una hoja impresa.
[2] El corrector de Word y los correctores que podemos hallar en línea no son capaces de interpretar un texto o identificar errores en el uso de palabras con régimen (como por ejemplo discrepar, que debe ser escrito: discrepar de, sin embargo, si escribimos; discrepo con (que implicaría que se discrepa conjuntamente y no adversativamente, por ejemplo la frase: “El presidente discrepó con el alcalde” es un error y debería ser presentada como: discrepó de), estos correctores no lo identifican como error, y este es sólo un ejemplo entre la multitud de queísmos, dequeísmos y otros errores posibles.