Adictos al smarthphone |
Habiendo
asistido a la boda de un buen amigo, y hallándome sentado en una mesa llena de
desconocidos —imagino que muchas mesas tenían la misma conformación—, pude ver
un fenómeno interesante. Donde antes, puesto que esto es algo que ya me había pasado hacía algunos años, veía a alguien sumido en sus pensamientos,
ensimismado, ahora solo había personas con la mirada fija en sus modernos
celulares, leyendo o redactando como dementes.
Desde mi
silla no pude sino sorprenderme de ese masivo ocultarse en el celular, el
fenómeno, más allá de una simple humorada —y sí que sería para reírse— resulta
preocupante. ¿Qué mensajes escribirían? Puede uno imaginarlos. Basta abrir las
redes sociales para ver que hay gente que no puede tomar desayuno con su
familia en un cierto local sin comunicártelo y ponen cosas como esta:
Y uno, que
abre el Facebook para ver qué hay de nuevo no quiere enterarse de esto. ¿A
quién coño le interesan estas historias? A nadie, a nadie. Pero una vez que se
ha desarrollado la gana de comunicarse llegamos a cosas tales como esta otra:
ME FUI A BAÑAAAAAAAAAR!!!!!!!
Y uno se
pregunta ¿es tan esporádico el evento de bañarse como para publicarlo?
Pero
volviendo a mi pregunta inicial; la Real Academia considera tres acepciones
para ensimismado:
¿Ha muerto
el ensimismamiento para ellos? ¿Puede alguien sumirse en la propia intimidad
estando con lo que le dice su fiel amigo el celular? Quizá la primera acepción
pueda aplicarse a lo que uno observa en aquellas personas desde que los celulares
inteligentes (Smarthphones) hicieron su incursión en la vida de las personas,
gente comunicativa hasta el hartazgo, que ha hecho de la trivialidad de su vida
diaria materia común. Para ellos, para los adictos al celular, quizá ha muerto el ensimismamiento, la capacidad de meterse en sus pensamientos, porque han renunciado al cato de pensar. ¿Lo ha hecho usted?