En 1992, el año que ingresé a la universidad, nos
dijeron que ya no se pagaría medio pasaje los domingos y feriados y de lunes a
viernes solo serviría el carnet de las cinco a las doce de la noche. Sí, eso
que ahora parece lo justo para nosotros fue un escándalo. La noticia corrió
como un reguero de pólvora, se armó todo un esquema de protestas en el que
miles de universitarios marchaban por la Ciudad Universitaria (soy sanmarquino,
pues) y cuando intentaban ganar las calles para ir a reclamar, se encontraban
con los policías Rompemanifestaciones, unos tipos poco amigables a los que al
parecer de niños no les dieron pecho y de jóvenes no tuvieron novia. Imagino
que hacen un test y a los más amargados y frustrados los ponen en ese grupo.
El carnet de la ANR es un saludo a la bandera |
Como sea, fueron aquellas largas jornadas
conflictivas como parte de lo que sería en adelante la «reorganización de las
universidades», pero lo que aquí me atañe es lo que se hizo con el medio pasaje.
Gobernaba Alberto Fujimori y yo recuerdo que en las tardes, luego de los fallidos
intentos por ir al Congreso a reclamar, luego de las luchas imposibles contra los Rompemanifestaciones,
las bombas lacrimógenas y los malos ratos en la carceleta, los estudiantes que
habían estado en la brega regresaban al Campus a comentar los sucesos, entonces lucían
orgullosos sus moretones, narraban cómo el palazo les sacudió la masa
encefálica, cómo se llevaron a tal o cual persona, cómo intentaron huir por tal o cual calle. No
éramos ya los universitarios anteriores, los que quemaban autobuses, los que hacían
huir a cualquiera, aquellos que se ganaron el medio pasaje a fuerza de… de
fuerza, pues. No, a mi generación le dieron paliza, nos ganaron por goleada, y el medio pasaje «a medias»
prosperó.
Eso fue antes, ahora no, ahora el medio pasaje es
una ficción que solo sirve para que a los estudiantes los cobradores los
maltraten. Sí, ahora los que meten miedo son los cobradores, gritan a las
chicas, discuten con los muchachos y les hacen «el avión». Crean tarifas
ficticias en las que el pasaje entero es un sol ochenta y el universitario es
noventa céntimos (la mitad del pasaje
adulto según la Ley 26271), sin embargo un adulto, dependiendo de lo bravo que
sea para reclamar y asustar al cobrador, paga entre un sol veinte o un sol, y
el universitario noventa céntimos o un sol, lo que equivale a decir que el medio pasaje ya no existe, hecha la ley, hecha la trampa, y por si esa burla fuera poco, en nuestros días el estudiante recibe continuos maltratos de parte
de los cobradores.
Y es que un día el medio pasaje pasó de ser un derecho, a
una burla, un sino que acompaña a los solitarios —normalmente uno contra uno
con el cobrador— jóvenes que tratan de hacer valer sus derechos.