miércoles, 19 de diciembre de 2012

¿Por qué aún existe el Negro Mama?

El Negro Mama, humor simple y ofensivo que gusta a muchos
La respuesta a mi interrogante inicial es aparentemente sencilla, porque le da dinero a la gente que lo transmite; sin embargo mi pregunta trata de ir más allá e indagar por el porqué de su existencia.

Es como para no entenderlo, el Negro Mama sigue ahí, acaparando pantallas, generando dinero, arrancando carcajadas y ofendiendo personas. Esto último parece no importarle más que a organizaciones que luchan contra la discriminación, y mientras genere dinero seguirá ahí en las pantallas para beneplácito de sus fanáticos.

Sí, algo tan grotesco tiene fanáticos…

Tuve oportunidad de ver varios programas de esos mientras trabajaba —el televisor estaba junto a mí, para atormentarme— y la verdad no entiendo cómo puede alguien reírse de eso, pero a mi alrededor había gente que aplaudía y reía a carcajadas.

Todo esto lo lleva a uno a preguntarse qué idiosincrasia se oculta tras esa forma de ver el mundo. Achacarlos solo a la estupidez —una estupidez tan extendida como una epidemia—, aunque es el recurso más simple, resulta tan deprimente, que mejor le damos unas vueltas a ver qué pasa.

Comentaba alguna vez Bryce Echenique que la raíz de todo eso está en las diferentes concepciones de lo que el humor es, en los españoles —tradición que, quiérase o no, hemos heredado— y otros pueblos.

La forma típica del humor hispano se podría encontrar en Quevedo, la burla del otro, que podemos ver en este famoso soneto:


A una nariz



Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,                  
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,                       
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

Todo esto nos recuerda cuando alguien (tan o más bruto que el autor del Negro Mama) habló mal de los selváticos peruanos y aquí todos se rasgaron las vestiduras, mientras personajes ofensivos como el Negro Mama o la Paisana Jacinta, siguen por ahí burlándose de la gente.

¿Podríamos encontrar la raíz de este incomprensible amor a ese humor canallesco en una tradición cultural? ¿Acaso podría tener tan «digno» origen un humor grotesco como el del Negro Mama? Lo dejamos a la duda, lo único cierto es que ese humor de barrio, de pícaro de siete suelas, no debería tener cabida en un medio de comunicación masivo. 

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Foto cortesía de Desmotivaciones