Sin restarles
méritos a personajes como Miguel Grau, Francisco Bolognesi o Andrés Avelino
Cáceres, quisiera recalcar la casi inadvertida la figura de Francisco García
Calderón, un abogado arequipeño que tuvo el complicadísimo trabajo de asumir la Presidencia
de la República durante la invasión chilena en Lima en 1881.
Francisco García Calderón, presidente peruano durante la ocupación chilena. |
En los textos
escolares apenas se le menciona como la cabeza visible del gobierno de la
Magdalena (porque se reunía en Magdalena Vieja), no pudo ser utilizado para los
fines de los invasores y fue deportado. Unas pocas líneas que casi son
mezquinas para con él.
Fue elegido como
Presidente de la República por una junta de notables el 22 de febrero de 1881
(en vista que había ingresado a Lima el Ejército chileno y Nicolás de Piérola,
que era el presidente en ejercicio, se había retirado a la sierra), con el fin
de hacer las veces de autoridad que pudiese establecer alguna clase de diálogo
con los chilenos. Fue así como le dieron en el pueblo de La Magdalena (justo
donde ahora está la Municipalidad de Pueblo Libre) la calidad de zona neutral,
instalándose allí el gobierno de García Calderón, cuyo medio de expresión fue
el diario El Orden.
En tiempos en que
el jefe de las fuerzas chilenas, general Cornelio Saavedra, exigía cupos de un
millón de pesos mensuales para «contribuir a atender los gastos del ejército de
ocupación» (Basadre dixit), el gobierno de La Magdalena tuvo que ceder y pedir
un empréstito para pagar, pues el riesgo era la destrucción de viviendas que
harían las fuerzas chilenas si al vencerse el ultimátum de ocho días que habían
dado no les daban el dinero. Los chilenos pensaron entonces que García Calderón
sería un tonto útil… nada más lejano de la verdad.
Momentos
difíciles, e incluso la organización de un contingente[1]
a cargo del coronel Isaac Recavarren —armado con rifles de los caídos en Chorrillos
y Miraflores que «generosamente» cedieron las fuerzas chilenas—, para evitar
que siguieran los brotes hostiles a los chilenos, forman parte de este agitado
periodo.
Pero García
Calderón no era un hueso fácil de roer. Empezó las gestiones para una paz sin
cesión de territorio siguiendo las ideas de la Constitución de 1860. Su idea
implicaba, visto que los invasores chilenos decían que no querían sino
reparaciones por costo de guerra, conseguir el dinero con apoyo de los Estados
Unidos para pagar y evitar la cesión de Tarapacá, Tacna y Arica. Fue entonces
cuando decidieron eliminarlo.
Cuando Lynch
quiso retirarlo del cargo argumentando torpemente que quedaba suspendida toda
autoridad que no fuese establecida por el Cuartel general de la ocupación, es
decir, por él, pero García Calderón, abogado de oficio, hombre inteligente y
valiente, supo contestarle a su interlocutor con una fuerza mayor que la de la
espada, la de la pluma. Veamos lo que cuenta Basadre:
García Calderón dejó constancia allí de que las autoridades chilenas habían
tratado con él aceptando, en pago del cupo por ellas impuesto, billetes por él
emitidos y dinero pedido a préstamo a extranjeros residentes en el país.
Además, el plenipotenciario Joaquín Godoy tuvo con él conferencias sobre la
paz. En cuanto al origen de su autoridad, García Calderón afirmó que no había
reposado en la orden o la tolerancia del gobierno chileno sino en el voto de
los peruanos que lo eligieron y del Congreso que confirmó y prorrogó sus
poderes. No podía ser, pues, suprimido como si se tratase de una oficina
chilena. (Basadre, HDLRDP, Tomo VIII, 191)
Famosa fotografía en que se ve la bandera chilena flameando en Palacio de Gobierno, en Lima. |
En estas
circunstancias, García Calderón fue reconocido como Presidente de la República
por el sur del país. Los chilenos lo tomaron preso en su domicilio el 6 de
noviembre de 1881 alegando que fuera de la ley seguía ejerciendo actos de
gobierno. En estas circunstancias, conducido al Callao para ser llevado a Chile
a bordo del acorazado Cochrane, se le presentaron las opciones de huir de Lima,
aceptar las condiciones de cesión territorial —lo que a la larga se daría con
el tan discutido Grito de Montán de Miguel Iglesias— o ir al cautiverio en
Chile. Las razones que tuvo para aceptar la última opción son una muestra clara
de valor, porque no solo empuñando un fusil se hace patria:
Pensé que solo entregándome como víctima al sacrificio y dando de este modo
una prueba palpable a los pueblos del Perú de que mi conducta no tenía por base
la ambición de mando sino la defensa de la República, y de que no estaba ligado
a los chilenos para traicionar a los peruanos, todos los pueblos se unirían
fácilmente (Basadre, HDLRDP, Tomo VIII, 192)
Alivió en algo la
vida amarga que debió haber padecido en su prisión en Valparaíso, el que su
joven esposa decidiera partir al destierro acompañándolo. Ya era el Presidente
de la república reconocido por la mayoría de la Nación peruana a quien las
fuerzas invasoras se llevaban preso.
Finalizada la
guerra con el Tratado de Ancón, se dirigió a Argentina y luego a Europa. Ya de
vuelta en Perú fue senador, rector de la Universidad de San Marcos y en 1887
fue elegido como el primer presidente de la Academia Peruana de la Lengua, que
había sido creada por Ricardo Palma.
¿Algo más? Sí,
claro, el Día del Abogado se celebra en Perú conmemorando el día de su
natalicio.
[1] Contingente que luego se fue dispersando
para engrosar las filas de la resistencia.
BASADRE, Jorge, Historia de la República del Perú.