Desde hace unos días, mientras en Conga la situación estaba tan
terrible que hubo unos cinco muertos y cientos de apaleados, la prensa se ha
dedicado a comentar el caso de dos muchachas que participaron en concursos de
belleza y opinaron mal o habían participado en otro certamen calatístico.
En verdad el escándalo debería ser que existan esas formas
de etiquetar a las mujeres de acuerdo con estándares dictados por unas cuantas emperifolladas
pacientes geriátricas (Jessica Newton, Olga Zumarán y snob compañía) que se
creen la última y única autoridad en cuanto a belleza femenina. Y el problema
es grave, porque mientras nos sigan haciendo creer que solo una es la belleza,
entonces habrá más chiquillas víctimas de la anorexia, de la bulimia, e incluso
del grotesco Bullyng.
La pregunta es clara: ¿Qué ocurre cuando otros deciden qué información
debe ocupar nuestros pensamientos? A veces hay que preguntarse hasta dónde
llega el control que les dejamos tener a esos otros sobre nosotros a través de algo tan simple como una pantalla de televisión o un diario.