Muchos de nosotros debemos de haber visto esta imagen, la de las zapatillas viejas colgadas de un cable de luz o telefonía. Las zapatillas están ahí como trofeos, como si la gente quisiera dejar su huella en el mundo. He de confesar que, distraído como ando en mis pensamientos, siempre me intrigó esa costumbre.
Hace unas pocas semanas, de boca de un menor de edad de El Agustino, llegó a mis oídos esta versión que hoy comento. Las zapatillas son un mensaje encriptado, significan que en esa cuadra se vende droga.
¿Descabellado?
Vamos, la teoría suena tentadora. ¿Qué sentido podían tener sino esos objetos que encontramos por aquí y por allá? Un grupo de mafiosos deja colgadas sus zapatillas viejas para que todo fumón angustiado sepa que allí se vende la razón de su martirio. Simple y patético. De ser cierto aquello, no habría el más primitivo afán de trascender —que elevaría el acto a un honroso papel de descendiente de las pinturas rupestres de Altamira o, siendo peruano, Toquepala—, sino que lo rebajaría a una vileza, una canallada encubierta, una fechoría en ciernes…
¿Qué cree usted?