Corría el año 1977 cuando mi finado padre me llevó al estadio de Matute para ver al equipo de sus amores —y de los míos en aquel entonces—, el Centro Deportivo Municipal, el Echa Muni, La Academia. Fuimos a la tribuna Oriente y allí en medio de personas mayores, alegres y bulliciosas, comprendí por un momento que el fútbol es mucho más que aquello que sucede en la cancha y allí en medio de vítores deportivos y rugidos tuve mi momento de hincha.
Más entusiasmado aún estuve cuando un viejecillo me entregó dos tablitas pintadas de blanco, rojo y azul (los colores del Muni), a las que yo, sosteniéndolas como si fuera un Moisés que llevase las tablas de la ley, azoté con todas mis fuerzas tratando de unirme a la algarabía, olvidando por completo el partido y los tres goles que le encajó Alianza Lima a nuestro equipo.
Así de breve y curiosa fue mi carrera de hincha, duró un partido en el que golearon a mi equipo y hoy, cuando veo que el Muni avanza en el torneo Interligas, recuerdo aquella mi única barra, aquellos viejitos del ayer cantando a una sola voz, recuerdo a mi padre y a mi tío Domingo, que sufrían cada fin de semana por su equipo y casi los veo en la tribuna más alta, alentando a su Muni de toda la vida con la misma alegría, con las mismas ganas de siempre.
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Foto, los famosos «Tres Gatitos», Vides Mosquera, Tito Drago y Caricho Guzmán.
