miércoles, 10 de marzo de 2010

¿Por qué leemos literatura?

Alguna vez me dijo alguien que se había dado cuenta que leer libros de literatura era peligroso, tanto así que podría alejar de la realidad a los lectores con lo cual los pobres corren el riesgo de vivir como Madame Bovary o Alonso Quijano, creyendo que la vida es una gran novela.

A propósito de eso, y de lo utilitario de la literatura que este personaje negaba, hace poco leía un interesante artículo titulado George Orwell y la neolengua el cual me lleva a pensar algunas cosas. Primero vayamos con algo de lo que dice este artículo:

“…George Orwell ya hablaba de este plan en 1984, donde la lengua ‘se empobrecía cada año en vez de enriquecerse, cada reducción era una ganancia, toda vez que cuanto menos extensa es la elección, menor es la tentación de reflexionar’.

Decir que nos conmovemos con las ‘desgarradoras escenas de dolor’ de una familia que despide a uno de sus
miembros trágicamente muerto, o tal vez con un hombre ‘atrapado entre los fierros retorcidos’ de su auto porque estuvo ‘libando licor hasta altas horas de la madrugada’, mortificarnos por un ‘mal elemento de las fuerzas policiales’, que comete un ‘horrendo crimen pasional’ por dar ‘rienda suelta a sus bajos instintos’ o indignarnos con pobladores de una comunidad que ‘tomaron la justicia por sus propias manos’ no está mal, pero habla de un paupérrimo cliché informativo-policial que se repite hasta el hartazgo en los medios locales, casi dejando al receptor esperando por más de lo mismo.

Es como una educación de la costumbre, digamos, del escándalo con menos palabras. Cada vez se necesitan menos si se van aislando las que funcionan mejor en el cóctel mediático, que son elegidas para la repetición hasta la saciedad. Evidentemente, si ella cancela la necesidad de explicación, hay una utilidad directa para el discurso: no se explican nunca cosas como ‘terrorismo’, ‘democracia’, ‘mercado’, ‘guerra’, ‘crisis’ y varios etcéteras, que pasan tranquilamente como ‘saber ya sabido’, algo que no necesita más definición”.


El asunto que trata este artículo me resulta muy interesante y me da pie para contestarle a ese amigo mío. De un lado es cierto que la frase cliché se ha enseñoreado del mundo. Las jergas periodística, médica, psicológica, histórica no hacen sino dejar de lado otro tipo de expresiones que considera demasiado retóricas para comunicar una información, vale decir que lo que hace es excluir todo aquello que no tenga un fin utilitario por considerarlo inútil. El resultado es un constreñimiento lamentable del idioma. Las frases mencionadas arriba son las que hacen que en una noticia periodística los muertos de un accidente de tránsito ocurrido en Áncash hayan sufrido la misma muerte que tuvieron los muertos de hace dos semanas en Puno y de hace un mes en Cusco, con las mismas “excesiva velocidad”, “desgarradoras escenas de dolor”, y “atrapados entre los fierros retorcidos”. En la jerga periodística —como en todas las que priorizan la función informativa— el lector no aprende nada que no sean nombres y hechos. Lingüísticamente hablando este tipo de jergas jibarizan el cerebro del lector, lo reducen a su mínima expresión y lo dejan encerrado entre las cuatro paredes de su limitado entendimiento.

Literatura y libertad
Es en este sentido que se impone la lectura literaria. Alguna vez, en una digresión anterior comenté que me parecía lamentable que el estado gaste millones de soles en programas de alfabetización que solo generan lectores de diarios como El Trome, libros de autoayuda y otras porquerías semejantes, y además de triste es demagógico porque sale el presidente de turno a llenarse la boca hablando del éxito del programa de alfabetización, sin detenerse a pensar qué leen los peruanos (esto en el supuesto optimista de que el presidente sea un lector empedernido).

La literatura aquí nos permite ampliar vocabulario, esa ridícula forma de aprender sinónimos y palabras nuevas que tienen las academias preuniversitarias —sí, señores, ridícula e inútil— repitiéndolas hasta el borde de la migraña estudiantil, no sería necesario si desde la escuela se fomentara la disciplina lectora de literatura.

De quién se puede aprender el uso del idioma sino de los escritores, del lenguaje en desarrollo, de los verbos usados en situaciones de acción. Lo demás es aumentar la legión de zombis lectores de diarios chicha.

La literatura no enloquece a la gente, la libera de la mediocridad verbal. El que enloquece leyendo literatura iba a enloquecer de una u otra manera, quizá estupidizando su pobre cerebro con reggaeton, telenovelas, fanatizándose del fútbol o alguna otra monserga de esas.

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