Recuerdo que cuando era alumno de Miguel Maticorena, alguna vez el viejecillo bonachón comentó que las autoridades universitarias le hacían recordar un viejo dicho colonial que versaba así: “Dadle un puestillo y veréis quién es Juanillo”. Y es que —según relataba—, cuando le daban un puesto a alguien de poca monta, aquel individuo antes benevolente pasaba a transformarse en el más feroz y petulante de los tiranillos del reino.
Eso pasaba en San Marcos, pero no sólo allí.
¿Juanilla, le quito la zapatilla?
Hace unos días una señora se metió por nuestras pantallas de televisión para salpicarnos algo de su acuífero llanto. El motivo de su lloriqueo no era otro que el haber soportado los abusos de una versión contemporánea de Juanilla, la doctora Sasieta, quien de ser la “Señora Ley”, abogada defensora de las mujeres, pasó a ser algo así como el ogro que esclaviza a sus féminas.
La señora que se quejaba, llamada María Elena Medianero, dijo que la “Señora Ley” la llenó de adjetivos poco gratos porque ella en su ignorancia supina escribió SENCIBILIZADO y bueno, semejante burrada hizo estallar a la “Señora Ley”, quien trataba de entender cómo diantres a un asesor en el Congreso se le ocurre mandar un correo electrónico cuando su única función es lavar pies, temblar de miedo y asentir cuando el congresista de buenas a primeras lanza alguna palabrota.
Y sí, hemos dicho lavar los pies, porque resulta que a la doctora en cuestión parece ser que le gusta que sus lacayos le laven los pies. Y bueno, eso es cosa suya, aunque lo malo es que no le paga sino con el dinero de los peruanos —especialmente peruanas— que la eligieron para que defendiera a las mujeres de gente abusiva y prepotente como ella misma. Quizá la “Señora Ley” quiere hacer un señor monopolio del abuso de autoridad.
Ahora, si han visto los alegatos de defensa que esgrime la congresista, realmente esta señora es de temer, eh. Creo que si le ponen a medianero al frente le hace lavarle los pies con zapatos sucios —previo pisotón a algún excremento canino— y, claro está, con la lengua.
Fuera de eso, la señora Medianero no es santita alguna. Si la “Señora Ley” es atemorizante, la otra es más mentirosa y finge más llantos que plañidera de la Plaza de Armas. ¿Quién cuernos contrata ese tipo de gente? ¿Para eso pagamos impuestos? La señora Medianero merece un Oscar, pero no el premio, sino Òscar Olivares, mi amigo del colegio que es policía, para que se la lleve a la cárcel.
¡Plánchame la Camisa!
Aunque ahora se ha desdicho, Isidro Villa Quispe, ex auxiliar del congresista Víctor Mayorga, denunció que el parlamentario lo obligaba a planchar sus camisas y quería que las dejara tan pulcras como lo hacía su abuelita. La noticia, como no podía ser de otra manera causó revuelo a escasos días de que Medianero denunciara que la “Señora Ley” la maltrataba.
Pero bueno, de la noche a la mañana Villa Quispe aclaró que fue la esposa del congresista Mayorga quien le ordenó planchar las camisas y limpiar el domicilio.
Al ser consultado sobre si el legislador tenía conocimiento de que su cónyuge, Zoila de Mayorga, lo obligaba a realizar labores domésticas, Villa Quispe contestó: “No sabía él, seguramente no sabía”.
Villa Quispe aseveró que el planchado de la ropa lo realizaba “esporádicamente” y lo hacía por “lealtad, por ser personal de confianza”.
Y si en un primer momento Villa adujo que Mayorga le recortó el sueldo, luego dijo que no. Y que todo había sido una confusión muy chiquita.
¿Puede ser esa clase de gente, que no sabe ni qué dice, un asesor parlamentario?
Eso pasaba en San Marcos, pero no sólo allí.
¿Juanilla, le quito la zapatilla?
Hace unos días una señora se metió por nuestras pantallas de televisión para salpicarnos algo de su acuífero llanto. El motivo de su lloriqueo no era otro que el haber soportado los abusos de una versión contemporánea de Juanilla, la doctora Sasieta, quien de ser la “Señora Ley”, abogada defensora de las mujeres, pasó a ser algo así como el ogro que esclaviza a sus féminas.
La señora que se quejaba, llamada María Elena Medianero, dijo que la “Señora Ley” la llenó de adjetivos poco gratos porque ella en su ignorancia supina escribió SENCIBILIZADO y bueno, semejante burrada hizo estallar a la “Señora Ley”, quien trataba de entender cómo diantres a un asesor en el Congreso se le ocurre mandar un correo electrónico cuando su única función es lavar pies, temblar de miedo y asentir cuando el congresista de buenas a primeras lanza alguna palabrota.
Y sí, hemos dicho lavar los pies, porque resulta que a la doctora en cuestión parece ser que le gusta que sus lacayos le laven los pies. Y bueno, eso es cosa suya, aunque lo malo es que no le paga sino con el dinero de los peruanos —especialmente peruanas— que la eligieron para que defendiera a las mujeres de gente abusiva y prepotente como ella misma. Quizá la “Señora Ley” quiere hacer un señor monopolio del abuso de autoridad.
Ahora, si han visto los alegatos de defensa que esgrime la congresista, realmente esta señora es de temer, eh. Creo que si le ponen a medianero al frente le hace lavarle los pies con zapatos sucios —previo pisotón a algún excremento canino— y, claro está, con la lengua.
Fuera de eso, la señora Medianero no es santita alguna. Si la “Señora Ley” es atemorizante, la otra es más mentirosa y finge más llantos que plañidera de la Plaza de Armas. ¿Quién cuernos contrata ese tipo de gente? ¿Para eso pagamos impuestos? La señora Medianero merece un Oscar, pero no el premio, sino Òscar Olivares, mi amigo del colegio que es policía, para que se la lleve a la cárcel.
¡Plánchame la Camisa!
Aunque ahora se ha desdicho, Isidro Villa Quispe, ex auxiliar del congresista Víctor Mayorga, denunció que el parlamentario lo obligaba a planchar sus camisas y quería que las dejara tan pulcras como lo hacía su abuelita. La noticia, como no podía ser de otra manera causó revuelo a escasos días de que Medianero denunciara que la “Señora Ley” la maltrataba.
Pero bueno, de la noche a la mañana Villa Quispe aclaró que fue la esposa del congresista Mayorga quien le ordenó planchar las camisas y limpiar el domicilio.
Al ser consultado sobre si el legislador tenía conocimiento de que su cónyuge, Zoila de Mayorga, lo obligaba a realizar labores domésticas, Villa Quispe contestó: “No sabía él, seguramente no sabía”.
Villa Quispe aseveró que el planchado de la ropa lo realizaba “esporádicamente” y lo hacía por “lealtad, por ser personal de confianza”.
Y si en un primer momento Villa adujo que Mayorga le recortó el sueldo, luego dijo que no. Y que todo había sido una confusión muy chiquita.
¿Puede ser esa clase de gente, que no sabe ni qué dice, un asesor parlamentario?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Exprésate