
—Si enumero del uno al 100, los van a falsificar —dijo, ataviado con su gorra de béisbol—, si los escribo en inglés, cualquiera los escribirá, los pondré en francés y no sabrán qué dice.
El efecto fue el buscado. Ahora, lo interesante fue que le comentaba a algún poblador que el caso era que Renzo era un polígloto y el poblador me corrigió ante el reducido auditorio.
—Ah, políglota. Que habla muchos idiomas, les dijo a los otros.
Como me vio mirarlo sorprendido, el individuo tuvo a bien decirme que él sabía esas cosas porque era un autodidacta.
Ese asunto me da pie a escribir un poco sobre estos dos sustantivos que no tienen por qué ser terminados en “as” como sí lo sería internauta o patriarca, cuya origen es el griego y que, por ende conservan esa terminación.
En fin, el asunto fue que aunque quise explicarle al autodidacto que la palabra era polígloto y no políglota, lo único que obtuve fue una mirada de desprecio y la consabida frasecilla.
“El que tiene plata habla como quiere”.
Ante tamaña respuesta las razones quedan de lado.
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