miércoles, 16 de septiembre de 2009

Gripe porcina y combis - más porcinas que nunca

Conocida como gripe porcina, la influenza humana producida por el virus AH1N1, terminó por alojarse a vivir entre nosotros, los seres humanos, y pasar a ser una más de las tantas afecciones que nos amenazan desde la invisibilidad viral.

Ayer, mientras trabajaba en el periódico pude leer la noticia de que el virus ya había estado presente desde hace 10 años en los cerdos -que estornudaban como alérgicos- ante la vista y paciencia de sus dueños. Recordé entonces la prohibición que hizo en el mes de julio el ministro de Salud, Óscar Ugarte, de reunirse en las escuelas y evitar los congestionamientos. Hubo algo que sin embargo -y para terror mío que siendo alérgico a la penicilina, padezco de fobia a las enfermedades-, no fue tomado en cuenta, y es que el Perú es el país de las combis y en ellas, el que no viaja apretado o bien es un suertudo o es el chofer.

Pues bien, el mismo día que me enteré de la suspensión de las labores escolares tuve que ir a trabajar. Eran las 5:00pm y debía apurarme. Subí a una unidad del servicio público, cosa que bien vista resulta ser nombre altisonante para una vil coaster -variante de mayor tamaño y compresión "pasajerística" que su hermana menor, la combi- y tuve que enfrentarme a tres fenómenos insufribles.

El primero de ellos fue el que por alguna mala razón todos los individuos apostados junto a las ventanas decidieron no abrirlas, de manera que el aire estancado y enturbiado se hallaba plenamente enrarecido con toda clase de hedores humanos, colonias baratas y alguno que otro hedor inhhumano que, dicho sea de paso, algún desastrado dejó escapar por ahí. Mientras que muchas gotas de sudor se perseguían por mi frente, me preguntaba... ¿tan difícil será entender que necesitamos algo de aire fresco? ¿tendrán sistema olfativo estos sujetos?

El segundo mal fue la compresión en sí. Hay varios factores conexos ahí. El primero implica que uno deba cuidar sus bolsillos. Una combi -o coaster- repleta de gente es un río revuelto para los ladrones. La ventaja, en todo caso, es que estando todos tan apretujados podía sostenerme con una mano, mientras que con la otra cuidaba de mi único bolsillo importante y el resto del equilibrio lo ganaba rebotando al compás de los cuerpos rollizos -aunque insoportablemente calientes- que estaban a mi alrededor. Otro de los males que hube de pasar fue soportar la repiración de aire caliente que un sujeto me bufía en la frente. Yo estaba psicoseado, si de por sí me resultaba insoportable toda aquella maraña de expectoraciones humanas, no podía dejar de pensar si acaso el dichoso virus AH1N1 no estaría por ahí flotando como un árabe en su alfombra mágica en medio de tanto congénere, esperando ver en qué nariz -la mía por grande- meterse. Cuando alguien emepezó a estornudar estuve -no miento- a un triz de lanzarme por la ventana de emergencias que ya me tentaba con su sistema de jalón para ser abierta a un palmo de mi mano.

El tercer mal fue musical, sí, tuve que soportar una música innoble que me causa escozor cerebral durante la casi media hora que duró aquella tortura.

Cuando al fin pude bajar saqué de un bolsillo mi alcohol y no paré hasta empaparme las manos y cara en él. Entonces, luego de media hora de respirar a "sorbitos de aire" pude por fin inflar mis pulmones a voluntad. Entonces me preguntaba...

¿Sabrá el ministro Ugarte lo que es viajar en combi?

Parece que no, y parece que tampoco sabe que viajar en esos medios de locomoción es una de las cosas más peligrosas que hay, y que si la gripe condenada esa se sigue expandiendo en nuestras ciudades, probablemente sea como pasajera de combi. Total, aquí en Perú viajar en combi es una verdadera chanchada.

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