martes, 21 de julio de 2009

Ese lodazal llamado Lima

Definitivamente esta garúa -llovizna dice mi esposa que ha visto lluvias verdaderas en Tumbes- es una nada para las personas acostumbradas a lluvias torrenciales en el norte, en la selva e incluso en la sierra. Alguna vez un amigo me dijo que los limeños daban risa porque se asustaban con "unas lluviecitas". Lo que no había cosiderado este amigo es que los limeños tenemos verdaderas razones para asustarnos, porque la nuestra no es una ciudad diseñada para afrontar ni tan siquiera "estas lluviecitas".

Empecemos por los techos. El tipo de techo adecuado para soportar lluvias es el llamado "a dos aguas". Aquí en Lima se empezó a usar ese tipo de techos a manera de adorno para algunas casas de barrios residenciales, sin embargo, la mayor parte de nuestras casas tiene techo plano que debe de estar transformándose en una singular -y goteante- piscina.

Si seguimos por las pistas, no hay un buen sistema de drenajes, las pistas son lodazales y los traseúntes reciben más de un chapuzón por las aguas anegadas que salpican ciertos innobles choferes. Para colmo de males hay paro y la gente se ve obligada a caminar.

No, no es que no asuste una lluviecita, es que sabemos que no estamos preparados y que una "lluviecita" puede borrar del mapa con las misma facilidad a nuestras huacas que a las vijas casonas de adobe y quincha. Una "lluviecita" puede ser, pues, cuando la ciudad no está preparada, un verdadero diluvio.

En cuanto a mí, realmente amo la garúa, la neblina y los días grises de esta ciudad que me acoge.

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