jueves, 22 de noviembre de 2007

Perú, el fútbol del absurdo

Un peruano que ama el fútbol es algo semejante a un beduino errante que ama los helados tricolor. Y es que es así, los peruanos y la pasión desmedida por el fútbol, representamos el mundo del absurdo, y somos tan pintorescos, que al conseguir un empate nos llenamos de orgullo y vanagloria, tal y como lo haría un loco desnudo que se sienta bajo un árbol y cree que es Luis XIV, sentado en el Palacio de Versalles.

Antes solía pensar que lo nuestro -aunque he de confesar que yo no soy muy fanático del fútbol- era una pasión casi heroica, un amor que de puro platónico es tan fuerte que trasciende cualquier frontera y que es, por eso mismo una locura hermosa. El paso del tiempo, inexorable y frío como la sensación que nos deja una vergonzosa goleada, me ha demostrado que nada hay de hermoso, que lo nuestro es un acto descabellado, una cojudez sin nombre.

Luego de enterarme de la estrepitosa, ridícula -pero no tan increíble- derrota ante la selección de Ecuador, estaba cambiando de canal y vi un partido repetido del Milan. Por algún motivo me entretuve viendo ese deporte extraño, dinámico, veloz y vistoso. En ese momento comprendí que el amor al fútbol no es una estupidez, que la verdadera estupidez es el fútbol peruano y que lo mejor que podría pasarnos sería declararnos súbditos del imperio futbolístico italiano o brasileño y ver los partidos de ellos como hinchas. Quizá así seríamos campeones mundiales, nos acostumbraríamos a ver triunfos y hasta dejemos de pasar estas pesadillas. Total, soñar no cuesta nada.
Foto Reuters

1 comentario:

  1. Es cierto soñar no cuesta nada, pero sí algunas lágrimas. A pesar de mi corta edad, ya no muestro mi confianza exteriormente en la selección peruana. Es decir, si empatan, ganan o pierden sólo sonrío. Me acuerdo que la última vez que ví y viví un partido de la selección fue para el mundial de Francia 98, recuerdo que perdimos ante Chile. Ese día, la cual no quiero recoradar, lloré estúpidamente porque me sentí humillada. Es terrible sentir que uno mismo y el resto del mundo desvaloré tu país. Ahora comprendo que el fútbol no lo es todo y ya es hora que el país invierta mejor su tiempo, dedicándose a otra cosa.

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