miércoles, 28 de noviembre de 2007

El baile del chino...

A veces, los habitantes de diferentes países nos sentimos tan diferentes los unos de los otros, que pensamos que es obvio que somos muy distintos, pero en realidad somos tan parecidos que no podemos identificarnos hasta oírnos hablar o hasta decir nuestros apellidos. Para un latinoamericano como yo, resultará difícil diferenciar un alemán de un sueco o un español de un francés. Igualmente resultará difícil diferenciar un egipcio de un iraquí o un japonés de un chino o un coreano. Lo mismo ocurre entre ese resultado de cruces que ha creado un boliviano, un venezolano (no me refiero a Chávez y Evo) o un colombiano. Y es que las líneas demarcatorias entre uno y otro país no son sino una ficción, una entelequia que se apoya en intereses económicos, que poco tiene que ver con el hombre cotidiano, pero es una ficción fuertemente arraigada, con la que nos envenenan año a año, día a día y segundo a segundo. Pero ese es otro tema. La cosa aquí es esta, que los grupos étnicos vecinos somos así, tan parecidos regionalmente que terminamos siendo -al menos en apariencia física- la misma cosa.


Luego de este preámbulo medio anarquista, quería contar una anécdota que de alguna manera se relaciona con el tema de las semejanzas raciales. Discurría en su marcha el año 1999. Y realmente marchaba, porque era ese año en Perú, un tiempo de alboroto social. Eran los días de la llamada "Marcha de los cuatro suyos". Y era también el tiempo en que los sanmarquinos salían a las calles lanzando insultos contra todo lo que se pareciese al gobierno, sentían que podían cambiar al mundo, que hacían historia, cargados como iban con sus ímpetus de cambio


Yo -estudiante al fin y al cabo- iba ahí, en medio de ellos y no era ajeno a ese barullo, a esos aires renovadores. Mientras caminaba, escuchaba y repetía arengas de todo calibre, desde las más tradicionales como:


Y va a caer , y va a caer la dictadura va a caer

Hasta algunas que de tan originales que eran, lindaban con la comedia, la chacota y la grosería


Kenji, escucha, tu viejo es un rechucha

Chino compadre, la conch... de tu madre


Y así marchábamos por las calles, al borde de la ronquera. El punto de reunión era la plaza ubicada frente al hotel Sheraton. Hasta allí marchamos los sanmarquinos, siempre lanzando furibundas arengas contra Fujimori, Vladimiro Montesinos y contra sus legiones de bastardos. Estábamos molestos, qué duda quedaba y queríamos gritarle al mundo la razón de nuestra ira.


Mientras caminábamos, nos detuvimos en una esquina desde la que la gente bramaba y recibía la ferviente adhesión de los vecinos, que apostados en sus ventanas nos arengaban diciéndonos frases como: Bien muchachos, No a la dictadura, y otras cosas semejantes. Como es lógico, el fuego en los corazones volvía a arder dispuesto a la batalla.


Yo, desde el lugar de observador privilegiado que tenía, estaba analizando un poco lo que pasaba, maravillado por esa explosión de júbilo y de fervor patriótico, por ese sentimiento de motor del cambio social, por ese ejemplificante efecto de psicología de masas, cuando en medio de los cánticos escuché una voz que apenas se oía, aunque reclamaba a voz en cuello y en un español casi ininteligible, diciendo algo que de primera intención no entendí. Cuando al fin pude concentrarme entendí los siguiente:


¡Japoné!, ¡Japoné! ¡glítenle japoné!


Era un ciudadano chino que había salido a la puerta de su negocio de comida -un chifa- y protestaba a la gente, que creyendo que insultaba a Fujimori gritaba:


"Chino, basura lo tuyo es dictadura, chino basura, lo tuyo es dictadura"


De un momento a otro la masa sanmarquina echó a correr a paso raudo. Yo me volví a sumir en ese enardecido mar humano que gritaba insultos a los cuatro vientos. Apenas tuve tiempo para voltear unos segundos, en los que pude ver al cantonés, agitando un wok en el aire y gritando algo que presumo eran palabrotas en chino, injurias furibundas que nadie entendió, porque nadie hablaba chino y porque todos estaban muy preocupados en correr para llegar rápido al Sheraton y seguir insultando al "chino" Fujimori.

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