Alguna vez escuché decir a un chiquillo con el que
estudiaba (ya hoy un adulto) que un libro viejo solo servía para contaminar.
Estaba mi eventual amigo imbuido en la onda tecnológica, en la búsqueda de lo
nuevo, y dentro de ella metía a los libros, creyendo que un libro actual era
mejor que uno antiguo.
Yo no pienso igual, y es así que tengo algunas joyitas de
la herencia familiar que conservamos en casa y que quería compartir.
Tradiciones Peruanas (Edición de 1911)
Ejemplar encuadernado de tapa roja con láminas. En el camino se perdieron varios tomos y sólo nos quedan dos en casa...
Ejemplar encuadernado de tapa roja con láminas. En el camino se perdieron varios tomos y sólo nos quedan dos en casa...
El Educador Popular (1874)
Fue este un periódico que mi bisabuelo Félix B. Cárdenas se tomó el trabajo de recopilar y empastar en dos volúmenes.
Elementos de Literatura (1868)
Obra del teórico literario José Coll y Vehi, con estudios sobre retórica, elocuencia, géneros literarios en 444 páginas de letra diminuta.
Compendio de historia romana (1897)
Libro para la instrucción secundaria editado en Lima y con una nota que me hace pensar en la piratería que ya existía: Serán perseguidos todos los ejemplares que no lleven la firma del autor.
En fin, estos son unos de los pocos que quedan. Cuando tenía quince años recuerdo haber hallado un libro que nunca más tuve en mis manos, era un diccionario de términos agrícolas de 1756... Lo habían atacado las polillas, pero ahí estaba. Simplemente desapareció cuando mi abuelo murió.