Mi tía Edelmira y mi hermanita. |
Edelmira, fuerte y trabajadora, maestra de cocina y mujer sencilla, tuvo la desgracia de caer en
ese engendro que llamamos Aparato de Salud en el Perú.
Ya descansa mi tía, en un lugar mejor, nos quedan sus enseñanzas, las mejores
enseñanzas que uno puede tener, que vienen del ejemplo, de la integridad y el
coraje. Una anécdota, yo siempre recordaba una tonadilla de arrullo, una
canción de cuna que es quizá mi primer recuerdo. Me enteré luego que eso era
algo que ella me cantaba cuando yo, neonato, pero insomne por naturaleza, me
resistía a cerrar los ojos para dormir (casi lo mismo que vivo con mis hijos, a
quienes les canto ese breve pero entrañable estribillo que ella me enseñó y que
algún día me llevaré a la tumba). Nos llevó luego de la mano al colegio,
soportó nuestras travesuras infantiles con el mismo tesón con que veló nuestras
noches febriles y acompañó cada uno de nuestros pasos.
Siempre acompañándonos, mi tía Edelmira y mi gato. |
Mujeres como ella, valientes, luchadoras y afectuosas son el
mejor regalo que uno tiene, son madres, pues. Algunos tenemos la suerte de
tener más de una hermosa madre.
Hasta siempre, Edelmira, y gracias por habernos dado dos
hermosos regalos, tu cariño y el permitirnos estar a tu lado...
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p.d. Mis más sinceros agradecimientos al doctor Zevallos de la Clínica Santa Teresa por brindarle lo mejor de sí para que tuviese un descanso digno, a mi tío Roberto Robles Cruz, incansable y tenaz apoyo en su cuidado, al congresista Jaime Delgado, quien se interesó por su caso y ofreció su más desinteresada y honesta ayuda, y a mi madre, mujer valiente y esforzada.
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p.d. Mis más sinceros agradecimientos al doctor Zevallos de la Clínica Santa Teresa por brindarle lo mejor de sí para que tuviese un descanso digno, a mi tío Roberto Robles Cruz, incansable y tenaz apoyo en su cuidado, al congresista Jaime Delgado, quien se interesó por su caso y ofreció su más desinteresada y honesta ayuda, y a mi madre, mujer valiente y esforzada.