Foto de Miguel Grau antes de la Guerra del Pacífico |
Para cualquiera
que haya recorrido la costa peruana a través de la carretera Panamericana resultará claro que entre ciudad y ciudad no hay sino kilómetros y kilómetros
de árido y hostil desierto. Producida por la ausencia de ríos generadores de
valles, esta cualidad costeña hace que la posibilidad de comunicar una y otra ciudad a
pie resulte casi imposible. Yendo en ómnibus de un lado a otro, a veces me pregunto
cómo cruzarían los soldados del siglo XIX esos desiertos a pie, hambrientos y cargando
armamento, cómo se hundirían los pesados cañones en las arenas y qué
padecimientos los aquejarían. Aún a caballo ese tramo resultaría agotador, los
ferrocarriles, que en la época de la Guerra con Chile ya funcionaban, no tenían tramos completos y estaban en manos de los invasores. Ya podemos imaginarnos
entonces los avatares que habrán tenido que pasar nuestros antepasados para
trasladarse de un lugar a otro. En ese contexto, la gran forma de desplazarse
era a través del mar, de ahí la importancia vital que tuvo durante la Guerra
del Pacífico la captura del monitor Huáscar para la escuadra chilena.
Al cumplirse
ciento treinta y tres años del combate de Angamos (aquel 8 de octubre de 1879
en el que, como sabemos, Grau murió luchando contra los grandes acorazados
sureños), en este espacio quiero rememorar algunas cosas sobre un periodo que
llegó a esperanzar a un pueblo carente de recursos, con todas las posibilidades
en contra y cuyo destino pendía de un hilo: las correrías del Huáscar.
Tras declararse
la Guerra del Pacífico el 5 de abril de 1879, por las razones antes expuestas
acerca de la importancia que tenía el mar, tanto Perú como Chile dispusieron lo
mejor de sus escuadras. El Perú contaba apenas con dos monitores de metal,
comprados ambos durante el gobierno de Pezet (el monitor Huáscar fue fabricado
en 1864 y la Independencia era de 1865) Chile, en tanto, poseía modernos
blindados cuya coraza resultaba prácticamente impenetrable para las armas
peruanas. La escuadra boliviana simplemente no existía. En esas condiciones y
destruida la Independencia en el combate de Iquique (21 de mayo de 1879)[1],
el monitor guiado por Miguel Grau, tuvo la escurridiza virtud de escaparse de
sus colosales adversarios y entre junio y julio, establecer lo que era casi una
guerra de guerrillas en la que acompañado por la corbeta unión incendia
lanchas, capturaron embarcaciones y mantuvieron en zozobra a las fuerzas enemigas
que no sabían dónde atacaría.
Este tiempo
generó expectativas de triunfo en la gente, el pueblo comentaba las correrías
del monitor. Grau fue elevado a contraalmirante luego del segundo combate de
Antofagasta (28 de agosto de 1879). Cuenta la leyenda que en ese tiempo se le
dejó de llamar chilena al baile de los costeños[2] y se le tildó de marinera, para
simular los bailes que realizaba el monitor allá en el mar del sur y dejar, de
paso, la idea de cercanía a la cueca chilena.
Todos los sueños
acabaron con el combate de Angamos (8 de octubre de 1879)... Cosas de la guerra,
el monitor, símbolo peruano, no solo no fue hundido, sino que se le utilizó para bombardear puertos
peruanos y estuvo en el bloqueo y cañoneo contra el bastión de Arica defendido
por Francisco Bolognesi. Al perder el Huáscar, el Perú vio cómo las distancias
se hicieron eternas en el desierto costeño del Perú, como podía Chile
desembarcar soldados aquí y allá casi sin hallar oposición y cómo
nuestras defensas se deshacían como castillos de arena (una de las razones que
explican que la defensa de Lima fuera en su mayor parte hecha con voluntarios
civiles dispuestos a morir). Tantas cosas que, como decía al comienzo, a veces
puede uno preguntarse mientras recorre la desértica franja costera.
[1] Combate en el que dicho sea de paso, las
fuerzas chilenas tuvieron a su máximo héroe, Arturo Prat Chacón, quien
prefiriendo el honor a rendirse, luchó desde un buque obsoleto y casi
inservible, como era la Esmeralda, hasta entregar su vida, como lo hicieran
luego Grau y Bolognesi por el bando peruano, todo por el honor. Conocida es la
historia de la devolución de los objetos personales del difunto marino, así
como la carta que hizo Miguel Grau a la
viuda de Prat, demostrando que como militar era esa su misión, lo que no
incluía odios viscerales.
[2] Aporte de nuestro amigo Mikimakay, quien dijo:
«En realidad -al menos por mis lecturas sobre el tema- el baile era llamado popularmente 'chilena', y hasta 'ecuatoriana', hasta que el librepensador Abelardo Gamarra propuso el cambio como un homenaje a la Marina de Guerra (por Grau y el Huáscar) y para evitar la alusión al odiado enemigo de entonces...».
[2] Aporte de nuestro amigo Mikimakay, quien dijo:
«En realidad -al menos por mis lecturas sobre el tema- el baile era llamado popularmente 'chilena', y hasta 'ecuatoriana', hasta que el librepensador Abelardo Gamarra propuso el cambio como un homenaje a la Marina de Guerra (por Grau y el Huáscar) y para evitar la alusión al odiado enemigo de entonces...».