Llegó para enseñarnos el curso de Literatura Española. Lo primero que nos dijo, medio en broma, fue que no entendía cómo podría meterse en un solo curso toda la literatura española. No era muy hablador. Temí desde el inicio que se hubiese sentido decepcionado de su auditorio: Me gustaría decir lo contrario, pero aquella experiencia no fue para él muy grata, tanto así que no volvió a dictar en ese extraño fragmento sanmarquino tan conforme con la mediocridad y la poca exigencia.
En esa Facultad de Educación que a veces nos sorprendía, Carlos García Miranda era como un mercenario enviado a pelear con hondas y huaracas contra las huestes del armamentista régimen de la cretinización humana. Atado de manos tuvo que soportar la inimaginable e indignante escena de ver plagiando a un alumno universitario. Un lastre… Lo vimos enfurecerse. Desaprobó al bellaco que se copiaba, pero de nada servía, la pedrada que había lanzado no podría detener a esos especímenes. Reclamaron, una chica me dijo que no entendía por qué enseñaba cosas tan complejas, cuando un profesor de colegio jamás enseñaría eso cuando fuese a trabajar. No éramos la escuela de Literatura, pues. Sí, en esa aula —quiero pensar que solo allí y he de ser sincero que no todos los estudiantes—, esa estólida gente quería aprender lo mismo que sabrían sus alumnos, eso les bastaba para cobrar un sueldo.
Carlos García Miranda ha muerto el 16 de mayo de 2012 a los 44 años. Se fue y a veces temo que herido de tristeza de saber que con su partida había uno menos bregando contra la estupidización que ataca a los seres humanos. Recuerdo ahora sus clases que apunté en una vieja agenda de color marrón que aún conservo, como conservo también el recuerdo su expresión derrotada y molesta cuando prometió no volver a enseñar en esa Facultad.
A Carlos García Miranda lo encontraba en Letras. Siempre nos saludábamos, yo sabía que él no recordaba de dónde me conocía. Sabía sí que había sido su alumno, pero no recordaba dónde, pues temí que de haberlo hecho probablemente me habría lanzado un escupitajo al rostro.
Ahora que escribo estas líneas, tras enterarme de su muerte, me detengo a pensar que ese mi salón fue en buena medida el culpable de su muerte, que Carlos García Miranda fue asesinado por la sinrazón, por el conformismo de grupos en los que había creído. No es cierto, he conversado en estos días con mis condiscípulos. Muchos de ellos guardan buen recuerdo de sus clases y felizmente lo reconocen en su real valía. Lo que pasa con los que no quieren aprender, es que son como los fundamentalistas religiosos, hacen tanta bulla que terminan generando la idea de que todos son como ellos. Quizá por eso su muerte la siento como de un familiar cercano. Desde este rincón de la nada le mando un abrazo al maestro, cuya temprana muerte lamentamos hoy.
Ahora que escribo estas líneas, tras enterarme de su muerte, me detengo a pensar que ese mi salón fue en buena medida el culpable de su muerte, que Carlos García Miranda fue asesinado por la sinrazón, por el conformismo de grupos en los que había creído. No es cierto, he conversado en estos días con mis condiscípulos. Muchos de ellos guardan buen recuerdo de sus clases y felizmente lo reconocen en su real valía. Lo que pasa con los que no quieren aprender, es que son como los fundamentalistas religiosos, hacen tanta bulla que terminan generando la idea de que todos son como ellos. Quizá por eso su muerte la siento como de un familiar cercano. Desde este rincón de la nada le mando un abrazo al maestro, cuya temprana muerte lamentamos hoy.
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Carlos García Miranda, profesor sanmarquino, novelista y literato. Más información en Wikipedia
Carlos García Miranda, profesor sanmarquino, novelista y literato. Más información en Wikipedia