
Sí, ya sé que alguien estará diciendo qué si no me gusta esa película, entonces qué sentido tenía estar ahí sentado viéndola, la verdad yo tampoco le encontré sentido y de hecho no terminé de ver esa tontera. Quizá podamos achacarle eso de ver cualquier bodrio que nos pongan al frente a la, flojera. Ya saben lo que pasa, enciende uno el televisor, y al estar lejos el control remoto del decodificador (puesto que ahora es imprescindible tener dos o tres de esos aparatitos alrededor si uno no desea pararse a buscarlos), se sienta y ve lo que sea que esté ahí para ver si la historia lo atrapa —claro, dentro de esta categoría no entran programas deplorables de farándula o de humor vulgar, que lo catapultan a uno a apagar el televisor—. Pues bien, eso fue lo que pasó conmigo y este film.
Vayamos por partes, «El hombre sin sombra II»* puede ser resumido como una estúpida película en la que un invisible tipo, que a la sazón está completamente desnudo porque su ropa no es invisible, corre por ahí poniendo en aprietos al FBI, al Ejército de EEUU y a un grupo de científicos poco inteligentes que no se dan cuenta que ante la calatería del enemigo, bastaría con romper un foco y cortarle la planta de los pies al condenado para sacarlo de circulación. Algo gracioso es que el tipo no solo sobrevive a un violento atropellamiento (del cual el auto agresor sale más perjudicado que el propio calato, con abolladuras en el parachoques, el parabrisas roto y el techo hundido) sino a la pulmonía que lógicamente cogería por andarse por ahí corriendo en traje de Adán mientras los demás andan bien enchompados. Díganme si no es ridículo.
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*No he visto la primera parte, pero no es difícl imaginar que gira sobre el mismo endeble argumento, un calato indestructible que corre por ahí metiéndole miedo a la gente con sombra.