Parece ser que otra leyenda del thrash metal estaría pisando suelo peruano en los próximos meses. Esta vez sería el turno de la magnífica banda estadounidense Testament que estaría, según afirman rumores en la web, arribando a nuestro país en los próximos meses.
Más allá de la alegría que esta noticia va generando entre los fans —la otrora escena peruana—, la realización de un evento de esta naturaleza nos pone en una disyuntiva que puede ser resumida en dos opciones.
a) Queremos un concierto masivo, cuyas entradas tengan precioso accesibles al metalero común y corriente (tú que lees o yo que escribo).
b) Queremos un concierto tipo VIP para un reducido número de gente a precios altos y fuertemente estratificado.
Desde esta pequeña columna me declaro partidario de los precios bajos y un concierto masivo. Claro, el costo de conseguir equipos adecuados a esa tarea debe de ser lo que desalienta a los organizadores, sin embargo, hay indicios de que si los precios fueran accesibles al bolsillo de las masas se lograría una enorme convocatoria que, además de devolver su inversión con creces a los empresarios, dejaría muy bien parada a la escena metal.
Podríamos preguntarnos qué pasó, por ejemplo, con esa multitud que esperaba a la puerta del concierto de Slayer —sin mencionar a los muchos que se quedaron en sus casas—, entre quienes se comentaba que hubiese sido recomendable una entrada a menor precio.
Dejo de lado el tema de la separación por poder adquisitivo en zonas que hacen quedar a los conciertos metal como conciertos de pop, porque con ellas, al menos hay precios que están al alcance de las grandes mayorías.
Quién sabe, quizá podamos hacer un grupo de Facebook o algo así que propugne la realización de un concierto barato pero masivo. Bandas como Testament u otras que están arribando se lo merecen.
Más allá de la alegría que esta noticia va generando entre los fans —la otrora escena peruana—, la realización de un evento de esta naturaleza nos pone en una disyuntiva que puede ser resumida en dos opciones.
a) Queremos un concierto masivo, cuyas entradas tengan precioso accesibles al metalero común y corriente (tú que lees o yo que escribo).
b) Queremos un concierto tipo VIP para un reducido número de gente a precios altos y fuertemente estratificado.
Desde esta pequeña columna me declaro partidario de los precios bajos y un concierto masivo. Claro, el costo de conseguir equipos adecuados a esa tarea debe de ser lo que desalienta a los organizadores, sin embargo, hay indicios de que si los precios fueran accesibles al bolsillo de las masas se lograría una enorme convocatoria que, además de devolver su inversión con creces a los empresarios, dejaría muy bien parada a la escena metal.
Podríamos preguntarnos qué pasó, por ejemplo, con esa multitud que esperaba a la puerta del concierto de Slayer —sin mencionar a los muchos que se quedaron en sus casas—, entre quienes se comentaba que hubiese sido recomendable una entrada a menor precio.
Dejo de lado el tema de la separación por poder adquisitivo en zonas que hacen quedar a los conciertos metal como conciertos de pop, porque con ellas, al menos hay precios que están al alcance de las grandes mayorías.
Quién sabe, quizá podamos hacer un grupo de Facebook o algo así que propugne la realización de un concierto barato pero masivo. Bandas como Testament u otras que están arribando se lo merecen.
