por: Julio Ramón Ribeyro.
En 1972 la prestigiosa editorial mexicana Joaquín Mortiz publicó El cuerpo de Giulia - no del poeta Jorge Eduardo Eielson. Por entonces, el libro fue catalogado de diversas maneras: novela, poema-novela, antinovela, metanovela, etc, etc. A raíz de este texto abiertamente motivador (¿o provocador?), Julio Ramón Ribeyro entrevistó aquel año a Jorge Eduardo Eielson en París. Acá el diálogo entre ambos. JRR: El caso de "poetas pintores" no es tan raro como puede parecer. Tenemos a Miguel Angel, a Víctor Hugo, a Henri Micheux y, entre nosotros, a Eguren, según creo recordar. Con la publicación de El cuerpo de Giulia-no ¿te incluirías dentro de esa familia espiritual de "poetas pintores"?
JEE: Incluirme al lado de Miguel Ángel, Víctor Hugo o Eguren me parece de una presunción enorme, aunque fuera el más humilde de sus descendientes. Por otra parte, la pregunta no me parece pertinente en cuanto yo no soy "poeta-pintor" ni "pintor-poeta", y nunca he comprendido ese término. En cierta época, que no duró sino diez años, escribí poemas y me llamaron poeta. Y en otra posterior me dediqué a las artes visuales y no escribí poemas, ni ningún texto realmente "literario". Sólo en un cortísimo período estas dos actividades han coincidido, precisamente entre los años 48 y 52. Además, como tú sabes, he escrito artículos para periódicos y no soy periodista. He escrito algunas piezas de teatro y no soy dramaturgo. Hago también escultura y no soy escultor. He escrito cuentos y no soy cuentista. Una novela y media y no soy novelista. En 1962 compuse una Misa solemne a Marilyn Monroe, y últimamente preparo un concierto y no soy músico. Como ves, no soy nada.
JRR: De la existencia de El cuerpo de Giulia-no sabía yo primero por terceras personas y luego porque tuve ocasión de hojear los originales hace algunos años. ¿Cuándo fue exactamente que escribiste este libro y por qué tardaste en publicarlo?
JEE: Empecé el libro en el verano de 1953, en Roma, y lo terminé el verano de 1957, en la misma ciudad, pasando por larguísimos periodos de inactividad. En realidad, aunque ello no se note quizás en la novela, mi disgusto por la literatura era ya evidente y sobre todo la suerte de virtuosismo que yo entonces practicaba. Me parecía literalmente como si me rompiera la cabeza ante un estéril muro de palabras. Llegué a odiarlas. Así, de una masa informe de seiscientas a setecientas cuartillas no extraje sino las más legibles, aquellas que podían transmitir más sinceramente al lector algunas de mis experiencias de juventud. En cuanto a su publicación, puedo decir sólo esto: jamás he escrito nada con la intención de publicarlo. Mis primeros poemas, como Reinos o Canción y muerte de Rolando es a Javier Sologuren que debo su difusión y creo que fue él el que envió los originales a un premio nacional, que me fue otorgado. Por tal razón no he publicado casi libros y no he hecho el menor gesto en ese sentido. Me parece francamente sin importancia. Para El cuerpo de Giulia-no tuve un contacto -no buscado por cierto- con la casa Gallimard, a través de Jean Genet, en 1955. Nunca contesté la carta, que debo conservar todavía. El libro era un caos, no lo consideraba bien, ni terminado y no tenía ganas de continuarlo. Sólo en 1969 tuve oportunidad de volver a ver a Octavio Paz aquí, el cual me lo pidió para publicarlo en México. Cuando pasé por Lima, en 1967, llevé el original, por si se presentaba alguna oportunidad, así como todos los poemas reunidos en volumen, pero claro está no se presentó ninguna oportunidad. Sólo Javier, magnífico poeta y maravilloso amigo, publicó Mutatis mutandis en la Rama Florida en una bella edición. Tales poemas de 1954, son los últimos que he escrito, junto con Habitación en Roma que forman un grupo mayor y quizás más ambicioso. En los años siguientes hasta el 60, fecha en que reanudo definitivamente mi trabajo pictórico escribí otras cosas, pero que no considero ya "poemas". Por lo menos no en el sentido tradicional. Ellos ofrecen dificultades de difusión mucho mayores y, con mucho optimismo, quizás puedan publicarse en 1990. No es presunción ni culpa mía. Son simples razones de orden técnico y económico que nada tienen que hacer con mi trabajo.
JRR: ¿Crees tú que tener un doble oficio sea ventaja o una debilidad? Quiero decir que corres el riesgo de no ser tomado en serio en ningún bando y ser calificado de "poeta" por los pintores y de "pintor" por los escritores.
JEE: Me tienen sin cuidado los calificativos de los funcionarios de la palabra o la paleta. En cuanto a ser tomado en serio, nada podría ser peor, puesto que yo mismo no me tomo en serio y me siento muy bien así. Puede ser tal vez una debilidad tener un doble oficio pero como yo no tengo ninguno… A lo más se podría decir que ejerzo una actividad múltiple, entre las cuales, desde hace catorce años, no incluyo la literatura, salvo algunas notas sobre artes visuales.
JRR: Para haber sido escrito entre 1953-57, tu libro me sorprende, pues se anticipa a una serie de novelas actuales calificadas en Latinoamérica de vanguardia. Me refiero a la preocupación por el lenguaje, a los juegos espacio-temporales, a la presencia, por no decir invasión, de la poesía en la prosa narrativa, etc. ¿Es que tenías consciencia entonces de estar escribiendo algo nuevo o novedoso? ¿Leías muchas novelas? ¿Qué novelas?
JEE: Me halaga mucho si me he anticipado a algo, pero creo que esto no es de ninguna importancia, o si la tiene ella es muy relativa y formal. El afán de renovación exterior pueden asimilarlo con frecuencia los espíritus competitivos, y yo no lo seré nunca. Prueba es la siempre tardía y escasísima publicación de mis escritos. Además no es un libro el que hay que juzgar sino todo un trabajo, mejor aún, una vida. En realidad mi preocupación por el lenguaje era ya patente desde mis primeros poemas, a partir de 1944. Por ejemplo en Parque para un hombre dormido, en Genitales bajo el vino, en Librería enterrada y, sobre todo, en Bacanal, en donde la dolorosa experiencia del hombre que escribe se transforma en un grito de amor y de odio a la palabra impresa. Luego el proceso se agudiza en los Ejercicios poéticos, algunos de los cuales fueron publicados en 1953, para terminar con Habitación en Roma de manera más consciente. Estos poemas destilan literalmente su propia negación y el hastío y la esterilidad de la letra. Las transposiciones espacio-temporales he comenzado a usarlas bajo forma de anacronismos desde "Antígona" y "Ajax en el infierno", de 1945. En cuanto al uso de repeticiones, inserción de lemas, aliteraciones, cortes arbitrarios, lectura en dos planos, fórmulas tomadas de los "scrips" cinematográficos, etc., son juegos de niños para quien ha leído a Joyce. No veo de qué vanguardia se puede hablar en Latinoamérica. Con excepción de algunos otros grandes nombres que es inútil mencionar, he leído muy poca ficción. Y en los años 50, en Roma, ninguna novela. Vivía completamente al margen de la literatura y no tenía amigos escritores. Menos sabía aún de Latinoamérica. Sólo recientemente he podido apreciar el talento de los jóvenes escritores de nuestros países.
JRR: Tengo un gran respeto por tu pudor, quiero decir por no hablar jamás de ti mismo, de tu pasado, de tus problemas personales. Me parece advertir, sin embargo, que en este libro te refieres precisamente a tu infancia en la selva del Perú. ¿Qué hay de cierto en ello?
JEE: Como tú sabes sin duda mejor que yo, todo es cierto en el mundo de la ficción, y muy poco en la realidad. No he pasado mi infancia en la selva ni mucho menos, sino sólo un periodo durante el cual tomé la costumbre de pasar las vacaciones del colegio en una propiedad familiar de la ceja de montaña. El resto de mi tiempo, hasta mi partida a Europa, lo he pasado en el agua. Mar y piscinas. El agua es el elemento que mejor conozco, como buen limeño. Tengo algún texto por allí que podría ser contrapuesto a El cuerpo de Giulia-no sobre el mar y su presencia. ¡Pero todo esto me resulta ya casi arqueológico!
Tomado de: La casa de cartón. Revista de cultura. OXY Lima, verano-otoño de 1995. II Época Nº 6.