Un enamorado, los ojos fijos en el cielo y una mano en el pecho, le asegura a su amada que por amor es capaz de bajarle la luna y las estrellas. Música de cuerdas in crescendo y los ojos exultantes de emoción completan el cuadro. Bello, bello es lo que llamamos una imagen idílica. Las imágenes idílicas no son nocivas —salvo que quien las crea termine con el cerebro seco como Don Quijote o Madame Bovary—, pero pueden serlo si con ello algún grupo de demagogos intenta hacerse del poder engañando a los ciudadanos más necesitados.
Sería bueno que antes de votar en el colegio y en las casas preparáramos a los futuros electores, que en casa se discutieran esos temas para evaluar la posibilidad real de los planes de gobierno, de las propuestas altisonantes de los mítines. La pregunta sería ¿con qué? O un simple ¿cómo? Lamentablemente, en este tiempo en el que las listas de candidatos para el Congreso están llenas de advenedizos y gente poco preparada, los electores —los únicos que podrían evitar que esta recua entre a ganarse el pan sin hacer nada—, está siendo bombardeados con toda clase de distractores y jibarizadores como el reggaeton y los chismes de farándula.
Es el colmo que para postular a una universidad o para acceder a un trabajo se tengan conocimientos mínimos como parámetro y que para ser congresista baste tener el dinero o la fama suficiente como para acceder a un lugar de privilegio. A veces, tristemente, se confunde la pluralidad con la improvisación. Bueno fuera que aquellos que salgan elegidos paguen con parte de su sueldo cursos de preparación en temas constitucionales —saber la Constitución debería ser el requisito mínimo—, derecho internacional básico y ética.
Qué tal si la próxima vez que un candidato presidencial o congresal le propone algo, cualquier cosa que sea, deja de ser esa chiquilla enamorada de las películas —las chicas reales suelen ser mucho más inteligentes— y se pregunta cómo se puede hacer realidad tal o cuál cosa.
Sería bueno que antes de votar en el colegio y en las casas preparáramos a los futuros electores, que en casa se discutieran esos temas para evaluar la posibilidad real de los planes de gobierno, de las propuestas altisonantes de los mítines. La pregunta sería ¿con qué? O un simple ¿cómo? Lamentablemente, en este tiempo en el que las listas de candidatos para el Congreso están llenas de advenedizos y gente poco preparada, los electores —los únicos que podrían evitar que esta recua entre a ganarse el pan sin hacer nada—, está siendo bombardeados con toda clase de distractores y jibarizadores como el reggaeton y los chismes de farándula.
Es el colmo que para postular a una universidad o para acceder a un trabajo se tengan conocimientos mínimos como parámetro y que para ser congresista baste tener el dinero o la fama suficiente como para acceder a un lugar de privilegio. A veces, tristemente, se confunde la pluralidad con la improvisación. Bueno fuera que aquellos que salgan elegidos paguen con parte de su sueldo cursos de preparación en temas constitucionales —saber la Constitución debería ser el requisito mínimo—, derecho internacional básico y ética.
Qué tal si la próxima vez que un candidato presidencial o congresal le propone algo, cualquier cosa que sea, deja de ser esa chiquilla enamorada de las películas —las chicas reales suelen ser mucho más inteligentes— y se pregunta cómo se puede hacer realidad tal o cuál cosa.
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