viernes, 8 de octubre de 2010

Una deuda para con el ganador del Premio Nobel – Perú 1990

Hubiera querido poder votar ese año 1990 y lamenté no poder hacerlo a mis 15 años, fue entonces cuando las masas eligieron a Fujimori —un completo desconocido sin plan de gobierno, sin identidad ni probidad conocida, sin ningún lauro más que el de ser japonés* y contar con un pegajoso slogan: «Honradez, tecnología y trabajo»— para votar por Vargas Llosa. Han pasado veinte años y, mirando en retrospectiva uno no puede sino sentir vergüenza ajena por esa tara con la que cargamos los peruanos, no saber elegir.

Una de las cosas que dijo Vargas Llosa nos hizo recordar que aquel que lo acusó de no ser peruano luego se amparó en su nacionalidad japonesa para burlarse de las leyes peruanas y disfrutar de una vida de reyes… Vergüenza multiplicada por mil cuando el ganador del Premio Nobel dice que es peruano pudiendo decir que es español —con toda la justificación del caso, después de que el Perú le diera la espalda miserablemente, acusándolo de ateo, de español y de proponer el temible shock, entre otras cosas— y luego aquí todos quieren recibir un poco de gloria, aunque no hayan leído nada de su obra.

*En esa época la gente creía que ser japonés era sinónimo de ser trabajador.

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