El fenecido Decreto Legislativo 1097 debería pasar a la historia como un hecho funesto y vergonzoso, pero estoy seguro que en poco tiempo nadie lo va a recordar, claro, salvo Rafael Rey, quien ha visto sentenciada su carrera política tras la dación de dicho decreto.
Pero lo cierto es que, cual pelota de playa que todos patean y el que la revienta paga, el decretito había sido leído por el Consejo de Ministros, por los congresistas que ahora dan un paso al costado y por «tuti li mundi».
Nada de eso importa, porque tras el masivo lavado de manos el único perjudicado ha sido el defenestrado ministro de Defensa (que no tuvo quién lo defienda) Rafael Rey.
Pero lo cierto es que, cual pelota de playa que todos patean y el que la revienta paga, el decretito había sido leído por el Consejo de Ministros, por los congresistas que ahora dan un paso al costado y por «tuti li mundi».
Nada de eso importa, porque tras el masivo lavado de manos el único perjudicado ha sido el defenestrado ministro de Defensa (que no tuvo quién lo defienda) Rafael Rey.
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