La ola de crímenes que azota a Lima, como cualquier mal que no dura cien años ni tiene cuerpo que lo resista, necesariamente apunta a tener un final. Tras ver el desparpajo de los criminales para cometer y reconocer sus fechorías (arguyendo una de ella que estaba «chambeando, como se dice») y sufrir crímenes como el cometido con una inocente niña de tres años que ha quedado cuadrapléjica, y cuyos agresores han sido capturados en tiempo récord, solo nos queda recordar ese viejo adagio que cito en el título. Tanto va el cántaro al agua que al final se rompe.
Tantos crímenes cometen los hampones que obligan a una reacción de nuestras, por lo regular, algo estáticas autoridades.
Prueba de ello es que hoy en día el tema está en la agenda obligada de los candidatos tanto a la alcaldía como a la Presidencia de la República.
Tantos crímenes cometen los hampones que obligan a una reacción de nuestras, por lo regular, algo estáticas autoridades.
Prueba de ello es que hoy en día el tema está en la agenda obligada de los candidatos tanto a la alcaldía como a la Presidencia de la República.
Cada día el crimen va creciendo en nuestra ciudad de Lima, pero a veces me pregunto de qué vale que los metan a la cárcel si van a salir después de 3 años y van a volver en los mismos. Lo peor de todo es que no sienten dolor por la pena ajena. Su mente de ellos ya está trastornada.
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