martes, 20 de abril de 2010

El peor enemigo del gato no es el perro


Larga data criando gatos en mi familia —de hecho alguna vez en casa hemos llegado a tener una veintena de estos animalitos—, ha hecho que termine identificándome de alguna manera con estos felinos y que sienta que las injusticias que con ellos se cometen las cometen con uno mismo. Es así como termino afirmando que contrariamente a lo que opina la creencia popular, el peor enemigo del gato no es el perro, sino la ignorancia humana.

Gatos y brujosPara empezar, la historia de los gatos parece que empieza en Egipto o Fenicia, y se supone que su existencia era de alegría en la tierra de los faraones, donde eran tenidos por dioses, y se dice que estaba prohibido matarlos, pero quizá no todo era tan alegre como pudiera creerse, ya que las momias de gatos que han sido encontradas cerca del Nilo demuestran que los pobres felinos fueron descoyuntados antes de morir. Pero si usted cree que esto es terrible, ni mencionar aquella poco sabia costumbre de la Edad Media, que consistía en lanzar a los gatos desde grandes alturas para verlos morir en las fiestas, o aquella otra de quemar juntos a los «brujos» y sus gatos porque se creía —en un acto tan irracional como injustificado—, que los mininos eran la encarnación del demonio y que eran familiares de los brujos.

Gatos y jibarismo
Hoy en día el felis silvestres catus, o gato doméstico, sigue padeciendo por la ignorancia de los seres humanos. Los supersticiosos no soportan la idea de que un gato negro se les cruce por el camino, porque creen que es símbolo de mala suerte. Algunas madres poco instruidas creen que un gato puede ahorcar a un bebé con la cola (señoras, los gatos no tienen colas prensiles, por favor infórmense antes de repetir cualquier comentario poco fundado, las colas prensiles son las de los monos, no las de los felinos), otra de las cosas que creen es que el pelo del gato puede causare daño cerebral y que es tan peligroso como aspirar metano. No, señores y señoras, eso es mentira. Lo peor que puede pasarle es que sea alérgico y que entonces el dichoso pelo le produzca rinitis o algunas ronchas, pero nadie se va a morir por un pelo de gato. Quizá muera si se traga el pelo con todo y gato, pero un pelo, no, pues. Si contáramos la cantidad de personajes famosos e intelectuales aficionados a criar gatos empezaríamos por Ernest Hemingway (tenía montones de ellos) y seguiríamos por Julio Cortázar y Mark Twain entre otros.

Otro mito que recién conozco es este, que a el amigo de un amigo (es decir, un personaje inasible con el que al parecer nadie ha conversado) se le murió un familiar, y que, al hacerle la necropsia, se encontró en el cerebro un pelo de gato. Mi pregunta es esta: ¿Quién en su sano juicio podría creer que en una necropsia se va a encontrar un diminuto pelo de gato metido en el cerebro?

En algunos sitios los adolescentes descerebrados por el ataque inmisericorde del jibarismo gubernamental —ya lo dije, mediante cosas tan nocivas como el reggaeton, campeonato descentralizado de fútbol y programas locales de contenido completamente estupidizante— se divierten matando gatos a pedradas, y por si esto fuera poco, en algunas zonas —a la falta de cerebro se suma la escasez de dinero para comer un buen fiambre— los pobladores han tomado la poco sana costumbre de cazar gatos para merendarlos.

El «mal del gato» (La toxoplasmosis)Para colmo de males, el minino carga con la reputación de ser el portador exclusivo de la toxoplasmosis. Vayamos por partes, causada por el Toxoplasma Gondii, esta enfermedad que causa esterilidad en las mujeres, no es exclusiva de los gatos. Está comprobado que la mayor cantidad de contagios no se deben a la presencia de gatos, sino a los poco desarrollados hábitos de higiene, lo cual pasa desde el descuido al lavarse las manos hasta el comer carnes poco cocidas o embutidos de dudosa procedencia (sí, señora, esos embutidos que usted comió tienen más contaminantes que un gato de casa).

Podrá argumentarse que el gato caza animales y que es por tanto un animal sucio. En caso que tenga usted un gato que gusta de pasearse por los techos vecinos (mi gata, por ejemplo vive en un departamento en el cuarto piso de un edificio y solo saldría si pudiera volar fuera por la ventana), entonces deberá tener algunos cuidados, como no andar besando al gato, lavarse las manos después de tocarlo y antes de comer. Si estuviese embarazada, cualquier médico le recomendará que no limpie los excrementos del gato para evitar cualquier suspicacia y que le pida a otra persona de la casa que haga aquello y si no hubiera alguien (pobre de usted), entonces use guantes un tapaboca y lávese bien las manos y lleve a su gato al veterinario.

Dejemos, pues, de satanizar a estos inteligentes animalitos y disfrutemos su compañía, que tener un gato en casa es como tener un tigre en casa.
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Foto 1. Tery, gata birmana de mi hermano Ántero