Ayer vimos que un misil de tecnología israelí que estaba siendo probado por las Fuerzas Armadas tuvo —al parecer una falla técnica— y cayó cerca del ministro de Defensa Rafael Rey, de las congresistas Mercedes Cabanillas, Luisa María Cuculiza y otros tantos «invitados de lujo» a las pruebas en el denominado Cerro Cruz de Hueso al sur de Lima. El asunto es que al caer el misil todos los presentes corrieron despavoridos en un intento tan comprensible como inútil por salvar sus vidas (visto que si explotaba el misil no quedaba de ellos más que una mancha de grasa) y el aparatito, cual bombarda de Año Nuevo comprada en El Hueco, nunca funcionó.
La pregunta que uno puede hacerse es qué habría pasado si el misil explotaba. Es de imaginarse que se hubieran disparado las especulaciones sobre un atentado, se estarían barajando nombres de posibles conspiradores, quizá se hablaría de intrigas internacionales, estaríamos ante las caerías de brujas propias de un ambiente electoral, pero multiplicadas por mil. A lo mejor las protestas en Arequipa quedaban de lado, el azúcar bajaba de precio y César Hildebrandt hacía las paces con El Comercio, uno no sabe qué puede haber pasado. Lo cierto es que, salvo los que estuvieron allí, quizá más de uno se lamente de qué no explotase el misil, como un niño frustrado que mira su cohete inofensivo tirado en la pista sin haber hecho ¡boom!
La pregunta que uno puede hacerse es qué habría pasado si el misil explotaba. Es de imaginarse que se hubieran disparado las especulaciones sobre un atentado, se estarían barajando nombres de posibles conspiradores, quizá se hablaría de intrigas internacionales, estaríamos ante las caerías de brujas propias de un ambiente electoral, pero multiplicadas por mil. A lo mejor las protestas en Arequipa quedaban de lado, el azúcar bajaba de precio y César Hildebrandt hacía las paces con El Comercio, uno no sabe qué puede haber pasado. Lo cierto es que, salvo los que estuvieron allí, quizá más de uno se lamente de qué no explotase el misil, como un niño frustrado que mira su cohete inofensivo tirado en la pista sin haber hecho ¡boom!
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