lunes, 8 de marzo de 2010

Taxonomía del ebrio

Mientras uno se relaja puede aprovechar y escribir alguna que otra cosa. Por ejemplo, estas reflexiones sobre el arte del beber que algunos practican indiscriminadamente.



De los 14 a los 17 años
Este muchacho es el Rey de las Fiestas, sus amigos lo respetan, hace reír a todos y algunas chicas disfrutan sus bromas. Es un tipo divertido, los más chiquillos lo admiran ya que hace cosas tan impresionantes como beber licor...

De los 18 a los 24 años
Ya no sorprende a nadie, todos saben que toma y que cuando lo hace toma en serio. Es capaz de sacar gateando a su sucesor, el nuevo adolescente «Rey de las Fiestas», en esta etapa se rodea de amigos, los chiquillos lo ven como el bebedor viejo, el que sabe. En esta etapa es algo parecido a un «bebedor social», y se le ve continuamente rodeado de amigos.

De los 25 a los 30 años
Ahora el tipo ya tiene problemas, su familia le dice que deje de tomar y, aunque quiera, no puede hacerlo. Por lo general el pobrediablo no puede mantener un trabajo y comprueba que cada vez se va reduciendo el grupo de amigos con el que se emborrachaba. Piensa que los amigos lo han traicionado y de pura cólera se va a tomar...

De los 30 a los 40 años
Este es el ebrio típico que asusta a las mujeres en la calle. A veces se le puede ver durmiendo en las pistas. Ya nadie lo aconseja porque todos saben que no hará caso, es un alcohólico sin vida propia, un vago que vive solo para tomar. No tiene amigos, solo compañeros de juerga, y nadie en su sano juicio (nadie que no sea un pobre alcohólico) se junta con él. Cuando está bien borracho recuerda que una vez fue el «Rey de las Fiestas» y que tuvo amigos, entonces, una vez más, muy acongojado por su pasado esfumado se mete una borrachera satánica con licor industrial.

De los 40 hasta donde llegue
El pobre diablo vive en la puerta de las iglesias, en las esquinas de los parques con la mano estirada hacia la caridad de la gente, a veces duerme en plazas o en cualquier recoveco donde pueda guarecerse de las inclemencias del tiempo. Su grupo se reduce a otros ebrios de basural, no son sus amigos, solo lo rodean tipos que apestan más o igual que él y cuyos nombres ignora.

Para esta estapa ya el beodo no se acuerda de nada, su familia ya se olvidó que existe y cuando lo ven por allí, vagando como alma en pena, lamentan dos cosas: una, que tengan lazos de sangre y dos que el desgraciado todavía no se haya muerto. Cuando muere —echado en el basural como un perro sin dueño— al fin deja de ser un inútil porque, luego de tanto tiempo de ser un bueno para nada, sirve de algo, aunque ese algo sea alimento para los perros vagos, las ratas y gallinazos.

Amigo lector... ¿estás en alguno de los estadíos anteriores a este último?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Exprésate