
Las soluciones, como sabemos, deben ser integrales. La ayuda que se brinde a Haití si es sólo un paliativo coyuntural terminará por ser mera propaganda del dadivoso, algo como hacer alarde para que lo vean a uno darle una moneda a un pobre, es decir, lo mismo que nada. Mientras no se logre hacer que el país tenga productividad, no se va a levantar. No puede ser un mendigo que sirva para que otros traten de expiar sus culpas y lavar su deteriorada imagen. No es posible que todo aquel que quiera parecer «bueno» les lance unas migajas a los haitianos.
Fuera de eso, llama la atención el poco tino de este personaje —su cara de borracho no es gratuita— que se limpia en la camisa del también ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton, parecían el tonto y el más tonto. No cabe duda, alguien da asco en todo esto, y no es el haitiano.