martes, 16 de febrero de 2010

Educación preuniversitaria — el mítico examen de admisión

Hace algún tiempo viene pululando toda una enorme gama de colegios preuniversitarios que ostentan legiones de alumnos, colosales edificaciones y cuya máxima podría resumirse en la siguiente y ridícula frasecilla:

El hombre nace, crece, da examen de admisión y muere.

Así de descabellado como suena. Y es que los colegios preuniversitarios se han constituido en una suerte de solucionarios de los exámenes de admisión —que de por sí son criticados por su memorismo mecanicista y falta de raciocinio individual— que solo contribuyen a empeorar la calidad humana de los escolares, que se ven así reducidos a ser una insoportable legión de zombies.

¿Debe ser el fin último de la educación escolar el preparar a un alumno para responder al examen de admisión de una universidad? La respuesta obvia es que no. Supuestamente la educación debería ayudar a formar hombres y mujeres que sean capaces de valerse por sí mismos y eso es más que dar un examen de admisión.

De hecho aquí en esta esquina no estamos de acuerdo con el papel castrante de la educación, no, claro que no. Pensamos que debería ser el objetivo desarrollar las potencialidades del estudiante, sea cual fuere ella, para ayudarlo a ser un buen músico, ingeniero o lo que quisiese ser. En ese terreno, nada más lejano que la educación preuniversitaria. ¿Cree usted que el hombre debe prepararse solo para dar un examen de admisión?
Imagen: Indecopito en los colegios

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