Como anunciara hace algún tiempo, estamos preparando una muestra de entrevistas con algunos jóvenes representantes del quehacer intelectual en nuestro entorno. Los tenemos aquí, toman combi como cualquiera, se arriesgan a ser asaltados, se emborrachan, caminan por las calles, se llenan el estómago con un menú barato, cuentan sus monedas, patean alguna que otra lata.
Sí, son nuestros nuevos pensadores y son una fauna bastante curiosa… Los que tienen hijos no concilian el sueño y se atormentan pensando cómo pueden criar a sus hijos y continuar con su karma, aquella fuerza que los obliga a escribir y escupir toda su inconformidad con el mundo que los recibió. Los que no tienen hijos simplemente se abocan a la tarea de no querer tener hijos, buscan el amor y le huyen. Actúan como locos y a veces están locos.
¿Son muy diferentes de otra gente? ¿Tienen una coronas de laureles?
No, son nuestros creadores y son tipos comunes y corrientes sujetos a los que -como en los poemas de Baudelaire- sus alas de gigante, largas y soñadoras les impiden caminar e incluso subir a un apretujado vehículo de servicio público y es así como algún yupi de San Isidro intentará mirarlos por encima del hombro, algún cobrador intentará darles monedas falsas y alguna que otra señora los obligará a ponerse de pie para cederle al asiento. Hay otro grupo que escribe porque quiere ser famoso, amado y reconocido. A esos no los vamos a entrevistar, queremos a aquellos que escriben por no poder dejar de hacerlo, a los que, como dijo Blanca Varela en alguna oportunidad, escriben no por un privilegio, sino por una maldición que no los deja escapar.
Sí, son nuestros nuevos pensadores y son una fauna bastante curiosa… Los que tienen hijos no concilian el sueño y se atormentan pensando cómo pueden criar a sus hijos y continuar con su karma, aquella fuerza que los obliga a escribir y escupir toda su inconformidad con el mundo que los recibió. Los que no tienen hijos simplemente se abocan a la tarea de no querer tener hijos, buscan el amor y le huyen. Actúan como locos y a veces están locos.
¿Son muy diferentes de otra gente? ¿Tienen una coronas de laureles?
No, son nuestros creadores y son tipos comunes y corrientes sujetos a los que -como en los poemas de Baudelaire- sus alas de gigante, largas y soñadoras les impiden caminar e incluso subir a un apretujado vehículo de servicio público y es así como algún yupi de San Isidro intentará mirarlos por encima del hombro, algún cobrador intentará darles monedas falsas y alguna que otra señora los obligará a ponerse de pie para cederle al asiento. Hay otro grupo que escribe porque quiere ser famoso, amado y reconocido. A esos no los vamos a entrevistar, queremos a aquellos que escriben por no poder dejar de hacerlo, a los que, como dijo Blanca Varela en alguna oportunidad, escriben no por un privilegio, sino por una maldición que no los deja escapar.
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