Hoy es martes 13, dicen los dichos populares que es día de mala suerte. Yo no creo en eso y supongo que ustedes tampoco. Pero ayer nomás, mientras veía la fecha en el periódico pensaba en esas señoras que no salen de su casa sin consultar el horóscopo o sin llamar a Jossie y decirle ¿Jossie, tu papá va a estar calato con una muchacha como de tu edad ahí retozando en una playa?, y claro la brujita no puede responder porque ella ve el futuro de otros, no el suyo.
Y ya que estamos hablando de supersticiones y de brujos les contaré algunas cosas de la tierra de mis ancestros, Huacho, que ya en las “Tradiciones Peruanas” el buen Ricardo Palma da a conocer como el lugar más supersticioso de este lado del mundo.
En Huacho, por ejemplo me hablaban de los entierros, ¿saben que es eso? Pues son tesoros escondidos. Dicen que si uno ve una serpiente amarilla en un lugar, refulgente, como hecha de oro, entonces allí hay un entierro y donde hay un entierro está su adicional, las penas. Las penas no son otra cosa que espíritus de gente que dejó alguna atadura en la Tierra y que al no poder irse se quedan vagando sin saber que han muerto y que de tanto ir de aquí a allá, para no aburrirse hacen cosas como jalar los pies, asustar e incluso destapar las ollas en las más oscuras noches —han de estar hambrientos, pues—. Pero si las penas eran tema de conversación cotidiana en Huacho, más lo eran los brujos.
Hubo un brujo famoso que decían mis abuelos que era ciego pero podía reconocer a las personas que venían y llamarlas por su nombre, aun cuando vinieran caminando sigilosamente por su espalda. Yankunta, dicen que se llamaba el brujo y mi abuelo, alguna vez, presa del Alzheimer se escapó de casa y apareció en casa de sus padres. Cuando le preguntaron cómo llegó allí, respondió tranquilamente que Yankunta lo llevó volando. Pero Yankunta ya había muerto para ese tiempo y quien había llevado volando a mi abuelo había sido una combi asesina. Y bueno, ahí yo —hoy estoy medio recodando— pensando en las historias que me contaba mi abuela, quien aseguraba que el día que murió Yankunta tenía cara de gato y que entraron cuatro tipos misteriosos y se lo llevaron y que bueno, esos tipos eran enviados del diablo, y claro, si Yankunta había hecho pacto con Satán, esos eran unos diablos menores que venían a cobrar su pacto...
Y así era que yo, a mis cinco años me iba a dormir y temblaba como una hoja al viento porque mi cama daba justo a una escalera que comunicaba con el segundo piso y el segundo piso de la casa era un lugar prohibido para nosotros que éramos niños porque decían que penaban. Y yo ahí echado pensaba que iba a ver bajar algo de allí. Ah, linda mi niñez…
No sé, creo que algún día voy a escribir un relato con las cosas que me contaron sobre Yankunta
Y ya que estamos hablando de supersticiones y de brujos les contaré algunas cosas de la tierra de mis ancestros, Huacho, que ya en las “Tradiciones Peruanas” el buen Ricardo Palma da a conocer como el lugar más supersticioso de este lado del mundo.
En Huacho, por ejemplo me hablaban de los entierros, ¿saben que es eso? Pues son tesoros escondidos. Dicen que si uno ve una serpiente amarilla en un lugar, refulgente, como hecha de oro, entonces allí hay un entierro y donde hay un entierro está su adicional, las penas. Las penas no son otra cosa que espíritus de gente que dejó alguna atadura en la Tierra y que al no poder irse se quedan vagando sin saber que han muerto y que de tanto ir de aquí a allá, para no aburrirse hacen cosas como jalar los pies, asustar e incluso destapar las ollas en las más oscuras noches —han de estar hambrientos, pues—. Pero si las penas eran tema de conversación cotidiana en Huacho, más lo eran los brujos.
Hubo un brujo famoso que decían mis abuelos que era ciego pero podía reconocer a las personas que venían y llamarlas por su nombre, aun cuando vinieran caminando sigilosamente por su espalda. Yankunta, dicen que se llamaba el brujo y mi abuelo, alguna vez, presa del Alzheimer se escapó de casa y apareció en casa de sus padres. Cuando le preguntaron cómo llegó allí, respondió tranquilamente que Yankunta lo llevó volando. Pero Yankunta ya había muerto para ese tiempo y quien había llevado volando a mi abuelo había sido una combi asesina. Y bueno, ahí yo —hoy estoy medio recodando— pensando en las historias que me contaba mi abuela, quien aseguraba que el día que murió Yankunta tenía cara de gato y que entraron cuatro tipos misteriosos y se lo llevaron y que bueno, esos tipos eran enviados del diablo, y claro, si Yankunta había hecho pacto con Satán, esos eran unos diablos menores que venían a cobrar su pacto...
Y así era que yo, a mis cinco años me iba a dormir y temblaba como una hoja al viento porque mi cama daba justo a una escalera que comunicaba con el segundo piso y el segundo piso de la casa era un lugar prohibido para nosotros que éramos niños porque decían que penaban. Y yo ahí echado pensaba que iba a ver bajar algo de allí. Ah, linda mi niñez…
No sé, creo que algún día voy a escribir un relato con las cosas que me contaron sobre Yankunta
Oh! realmente interesante!
ResponderEliminarAquí en México tambien se cree mucho en las almas en pena.
U sobre los entierros, se cree que si se ve una llama de fuego azul brotar de la tierra, es aviso de que ahí hay huesos..
Y si la flama es roja, es simbolo de que hay oro.
Las flamas de los dos, brotan a consecuencia de los gases de cada uno de los dos metales.
Sí, anímate a relatarnos sobre Yankunta! :)