viernes, 5 de septiembre de 2008

Fragmento encontrado II Las otras muertes

Y nunca has sido nada, ni siquiera fuiste el desadaptado a carta cabal que todos creían que eras y, carajo debiste de haberlo sido. Pero en ese tiempo nadie era nada, todos eran espectros. Y si ustedes nunca fueron drogadictos, no fue por integridad, sino porque se cagaban de miedo. Claro que sí, como aquella vez, cuando el amigo ese de Fernando, que ya no recuerdas ni cómo se llamaba, los llevó a las dos de la mañana a comprar esas drogas de mierda a Barrios Altos y tú viste que Daniela estaba asustadaza y repetía que en cualquier momento llegaría la policía para hacer una redada y los detendría, y que entonces ustedes saldrían en el noticiero, tapándose las caras con las casacas, empujados por los tombos en medio de esa barriada, la basura y esos fumones decadentes. Y tú, que estabas más asustado que ella, tratabas de hacerte el valiente, pero te cagabas de miedo.

-Te veo preocupado- Te dijo Fernando.
-Es que ya quiero ver el material-, le respondiste, tratando de sonar natural.

Lo cierto era que te cagabas de miedo y en verdad deseabas que llegara la policía, sabías que un policía ahí podría ser tu salvación, porque lo que te espantaba era la fiereza de esos rostros endurecidos por la vida, la posibilidad de morir asesinado por esos infelices marginales, por esas bestias urbanas semejantes a perros callejeros.

Eres un snob, Francisco, un tonto snob, un perro con ropa de marica, un rosquete. Y no sabes si acaso tiene sentido ser un snob o si será mejor ser una fiera de aquellas, un tipo irracional, un perro callejero de aquellos. Y es que esos delincuentes que se drogan y duermen en el suelo, con cortes de navaja en la cara y los brazos, son tipos que parecen inmortales, mientras que Daniela y tú son tan débiles como esos gatos blancos que crían las viejas y que los visten con cintas de color rojo en el pescuezo haciendo graciosos nuditos, gatos que se mueren si les cae la lluvia, gatos debiluchos y anormales, parecidos a los perros de las solteronas, vestidos como marionetas. Y Daniela ahora es una gata muerta sobre un tejado, una gata tiesa como una tabla, que si la miras parece dormida y que luego descubres que se ha muerto cuando no se mueve y cuando se hincha hasta reventar a los cuantos días.

Es claro, que una vez más la realidad no puede compararse a la construcción de una idea verosímil, ordenada y coherente, siempre perfectible. De nuevo sonríes de mala gana, Francisco. Si antes no te gustaba el final de una de ésas historias, entonces el muerto resucitaba y quedaba listo para seguir viviendo o morir de nuevo, de una mejor manera. Esta vez la muerte ha vencido a la ficción, y ya no hay vuelta atrás. Tendrías que ser Dios. Si alguien muere y a Dios no le gusta su muerte, puede resucitarlo, y volver a matarlo. Incluso puede llevárselo vivo al cielo, porque él tiene todas las de ganar. Vuelves a sonreír, como un tonto, y es que lo sabes, hombre, el juego divino es un artificio sin opción de perder, una posición ventajosa a todas luces, que este mundo es después de todo una ficción perfecta solo para Dios que nos escribe a su voluntad.




-¿Qué dijiste?- Luisa lo ha tocado con una mano, dándole un golpecito en el hombro, Haciéndolo reaccionar bruscamente.
-¿Decir? ¿Dije algo? No sé, estaba pensando- dice Francisco, tratando de conectarse con la realidad.
-No sé, dijiste algo sobre Dios.
-Ah, nada serio, seguramente. Estaba pensando en la voluntad de Dios.
-¿Cómo así?
-Dios y su caprichosa forma de trabajar, su terco gusto por escribir en renglones torcidos… Tonterías mías, irreverencias de las que luego me arrepiento.
-Ah, pero volviendo al tema ¿No crees que es muy tétrico vestirse de negro?- Pregunta Luisa.
-¿De negro? -Francisco ha contestado apurado, tratando de excusarse- No, bueno, esta chompa fue lo único que tenía a la mano, no pensé en eso. Además yo… yo siempre…
-No hablo de ti, sino de la costumbre. ¿Para qué te pregunto? Tú siempre vistes así- Dice Luisa. En su voz nasal aún se advierte que estuvo llorando.
-Pero Luisa, se supone que la muerte es tétrica… además mi saco es azul marino…- Interviene Carlos.
-Sí, Carlos, tétrica, pero porqué hacerlo tan evidente-. Dice Luisa, como tratando de no dar su brazo a torcer.
-No sé, es lo usual- se limita a decir Francisco, aburrido por la conversación.
-Así es, hombre, pero repito, no tiene porqué ser así. ¿No crees? Ya llegamos- dice Carlos.

Carlos baja de la camioneta y empieza a caminar. Luisa se apresura a bajar y empieza a caminar tras él, hasta alcanzarlo y abrazarlo.

Cuando Francisco baja se queda mirando la calle. Mira los árboles y las casas antes de echarse a andar.
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Fragmento de una 'novela perdida' Las otras muertes, textículo que estuve escribiendo hace unos años y ya tenía olvidado (la encontré hace dos días).
El Fragmento uno lo puse en Sociedad Marginalia hace unos meses y es de otro texto encontrado.



Foto, cortesía de Nada permanece

2 comentarios:

  1. Los hombres y dios compiten por saber quién manda sobre la vida y la muerte...

    Dios parece tener las de ganar, pero no es tan seguro su dominio.

    Dios puede otorgar y quitar la vida. Matar y resucitar. Crear de la nada. El hombre solo puede actuar sobre estos efectos. Pero el hombre puede matarse si quiere. Dios no puede matarse porque es eterno. No puede descansar. Está siempre vigilante, sus sueños son sus desvelos. Es un dios insomne y no muere, a los más, agoniza infinitamente.

    Así que es empate.

    JC

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  2. Viejocaminante dime: ¿Es parte de una novela?

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