lunes, 28 de julio de 2008

¿Podemos tomarnos una foto contigo?


Trabajando como guía turístico para una ONG, que convoca a extranjeros, tuve ocasión de ver un fenómeno bastante peculiar. Todo ocurrió una soleada mañana de julio. Siempre había ido a hacer mis guías por la tarde, pero ese día fui temprano y bueno, las cosas eran diferentes. Sea como fuere, el asunto es que, mientras le explicaba a tres jóvenes de Arizona la antigüedad de la fuente de la Plaza Mayor, escuché un griterío. El griterío era de unos niños, que al ver a los ‘gringos’, corrían desesperados y preguntaban muy emocionados:

¿Podemos tomarnos una foto contigo?

Tras asegurarme que no fuesen pirañitas –eran alumnos de una escuela local-, interrumpí mi cháchara histórica y le dije a mis interlocutores, que los niños deseaban tomarse unas fotos con ellos.

Why? Preguntó una chica, presa de un ataque de risa.

Y bueno, sí que era gracioso. ‘No somos actores, ni somos famosos’, me dijo. Yo intenté explicarle que los niños habían sido entrenados en el difícil arte de ‘ser amables con los turistas’, que esa era una campaña estatal para aumentar el número de visitantes y que seguramente muchos de esos niños en el futuro estudiarían diplomacia, para ayudar a abrir las fronteras del Perú. ‘Oh, wow!’ Dijo la chica y yo me limité a agregar que en los niños peruanos esa era una forma de decir ‘Welcome to Peru’.

No sé si me creyó del todo, pero así escapé de la engorrosa situación.

Ese mismo día tras repetir el multitudinario saludo de los escolares peruanos infinidad de veces, dejé a los visitantes sanos y salvos en las oficinas de la ONG. Regresaba pensando en los niños queriendo tomarse fotos con unos tipos y me preguntaba si acaso sería solo porque son rubios. ¿Qué sentido tenía eso? ¿Acaso sus profesores no les han enseñado que todos tenemos cerebro y que ellos valen tanto como cualquier extranjero? ¿Es que es tan pesada esa herencia de degradación colonial, que vivimos viendo a los extranjeros como superiores?

Esas cosas pensaba, cuando me encontré con una amiga por las calles de Miraflores, ella me pasó la voz. Sonreía con aire triunfal. Estaba de la mano de un rubio muy alto.

-Rubén, te presento a mi enamorado… es alemán-, dijo mi amiga.

Casi pude verla con su uniforme escolar saltando en la Plaza Mayor. Me limité a devolver el saludo, cambiar algunas palabras con ella e intentar comunicarme con el alemán. Tras despedirme continué caminando tranquilo. Una sola idea me dio la suficiente risa como para relajarme un poco.

-Con razón no vamos al mundial- me dije.

3 comentarios:

  1. No vamos al mundial, ni vamos al mundo del verdadero orgullo nacional, del que tanto hablan los emocionados comentaristas televisivos durante la parada militar. Me hace recordar a la tia de unos amigos en Jesús María, la cual un dia de tantos contaba con una extraña emoción como un antiguo alcalde de Magdalena había mirado mal a unos según ella "cholitos" y, con respeto a otros que definió (mientras se erguía entusiasmada cual gallo a punto de cantar a las 4 am) como "altos, rubios y de ojos azules", un poco mas y entra en trance y levita la pobre señora al decir esas palabras, la verdad me dió vergüenza ajena estar frente a alguien con semejante complejo.

    Mientras no superemos eso no vamos a poder ir a nungún lado, porque siempre vamos a ver como el peruano común y corriente (al menos un 85%) se sume en la humildad e incapacidad, cuando se enfrenta a alguien que pudieramos llamar "gringo", una pena.

    ResponderEliminar
  2. De eso mismo trata la crónica...

    ResponderEliminar
  3. Si que da pena, pero creo que las cosas están cambiando un delta... y creo que al final el cambio va a venir por cuestiones económicas.

    ResponderEliminar

Exprésate