La manzana de la discordia |
Hace unos días la
prensa local comunicó que sin tomar en cuenta que el agua escasea cada vez más,
en Lima sistemáticamente y peligrosamente se está desperdiciando agua que todos
consumimos. Hasta aquí el contenido básico de la nota, salvo por unas
sutilezas, la modalidad de gasto de agua es a través de piscinas portátiles
como la de la foto y en distritos “populares”. La pregunta entonces casi cae
por su propio peso: ¿No tienen derecho todos los limeños a tener piscinas?
La pregunta, está
claro, surge porque aunque desde hace mucho tiempo es normal que en distritos habitados
por gente adinerada se usen piscinas, el grito en el cielo se pone por las
piscinas de los pobres. ¿No hay acaso discriminación?
Distritos y desperdicio de agua |
La verdad es que
la nota, así presentada, se presta a suspicacias. La idea queda suelta, eh. Como
sea, yo estuve buscando alguna información al respecto y noté que un factor no
mencionado es que, mientras que en la mayoría de las piscinas portátiles (si
hay alguna que lo permita en buena hora) son llenadas con manguera conectada a
la red pública sin opción a ser reutilizada, en las otras, se diseñan sistemas
de recirculación que hacen que el agua vaya y vuelva varias veces antes de pasar
a riego de jardines (puesto que no van conectadas a la red de desagües
generales). Eso no niega, sin embargo, que con el agua que se usa para llenar
una piscina en La Molina, por citar un caso, también se use el equivalente a “quince
días de consumo familiar en zonas periféricas”. ¿La periferia de dónde?, vaya
uno a saber qué es lo central en la cabeza de los directivos de Sedapal, porque
si es el Centro de Lima, hay mucha y muy variada periferia.