Mientras se lava las manos Médico a Palos maldice aquel día en que su padre, fanático de la literatura, tuvo a bien bautizarlo con ese libresco nombre. Ya de vuelta en el escritorio pasa revista a la lista de pacientes y suelta un «animales de mierda, hubiera sido veterinario», que le sale de lo más hondo de su ser. De un grito llama a la señorita técnica en enfermería Malagracia Prepotente, y le pregunta si al fin se fue la reportera esa que vino a indagar por el caso del señor que se queja porque le amputaron la pierna equivocada. Médico a Palos escucha muy molesto que la señorita aquella y su camarógrafo están paseándose por el hospital, según dice la señorita Prepotente, «metiéndoles ideas subversivas a los pacientes».
Médico a Palos despide a la técnica y vuelve a mirar la lista de pacientes, piensa que en qué mala hora vino a atender a estos personajes anónimos a los que no recuerda y cuyas dolencias puede confundir porque «estaba cansado, pues, carajo, ¿acaso en este país de mierda no puede uno cansarse?».
Médico a Palos vuelve a lavarse las manos —cosa que le molesta hacer, pero no puede evitar cada vez que está nervioso— y en ese momento recibe la llamada de su amigo Doctor Corrupto, quien le asegura que intentarán arreglar las cosas por lo bajo, le ofrecerán algo de dinero a los familiares y si eso no funciona se cerrarán en decir que el paciente de todas formas tenía esa pierna comprometida. «Si nada de eso funciona, cosa que no creo, sales un tiempo y luego te reubicamos, hermano. Además es casi imposible que un hijo de vecinos le gane a toda una institución tenemos las de ganar», agrega su colega. Médico a palos sonríe, llama a la señorita Prepotente y e pide un café con tres cucharaditas de azúcar. «Bien cargado, por favor», dice y hace un guiño con el ojo izquierdo.
Médico a Palos despide a la técnica y vuelve a mirar la lista de pacientes, piensa que en qué mala hora vino a atender a estos personajes anónimos a los que no recuerda y cuyas dolencias puede confundir porque «estaba cansado, pues, carajo, ¿acaso en este país de mierda no puede uno cansarse?».
Médico a Palos vuelve a lavarse las manos —cosa que le molesta hacer, pero no puede evitar cada vez que está nervioso— y en ese momento recibe la llamada de su amigo Doctor Corrupto, quien le asegura que intentarán arreglar las cosas por lo bajo, le ofrecerán algo de dinero a los familiares y si eso no funciona se cerrarán en decir que el paciente de todas formas tenía esa pierna comprometida. «Si nada de eso funciona, cosa que no creo, sales un tiempo y luego te reubicamos, hermano. Además es casi imposible que un hijo de vecinos le gane a toda una institución tenemos las de ganar», agrega su colega. Médico a palos sonríe, llama a la señorita Prepotente y e pide un café con tres cucharaditas de azúcar. «Bien cargado, por favor», dice y hace un guiño con el ojo izquierdo.