Es curioso que un plato que nos deleita tanto a los peruanos esté tan lleno de cosillas que a veces desconocemos y que si bien no pasan de ser curiosidades, nos pueden servir para —por qué no—, acompañar un almuerzo en nuestra cebichería favorita.
Empecemos por el origen de este plato, nosotros los peruanos decimos que el cebiche es peruano, pero lo cierto es que distintas variedades de platos —todas con elementos comunes como el pescado y el ácido— reciben ese nombre en países americanos como México, Ecuador, Chile y otros. O sea que el cebiche no es tan peruano como nos habían dicho. Pero, vamos, compatriota peruano, no se moleste con este Viejocaminante, porque falta decir que lo que hace único al cebiche peruano —o a los cebiches peruanos, para ser más exactos—, además del diminutivo (cebichito), es ese toque medio japonés de pescado casi crudo, el limón en su punto de acidez, el camote bien anaranjado, el choclito, ese maravilloso ají limo que combina perfectamente el picor y el sabor adecuado y esas cosas a las que tan acostumbrados estamos.
Otro asunto interesante es que las primeras informaciones de las que se dispone cuentan que en la costa norte, a la llegada de los españoles ya se preparaba un platillo semejante pero, a falta de limón se usaba la fruta de la pasión, la maracuyá.
En tiempos coloniales, me comentaba mi amigo historiador Miguel Ángel del Castillo Morán, se elaboraba con base en jugo de naranjas agrias. A mí esto no me sorprendió mucho, porque en algunas zonas de Huacho el cebiche se continúa haciendo de esa manera y es un sabor de la niñez del que, hábilmente preparado por mi siempre citada tía Edelmira Churrango, guardo grato recuerdo. Sea como fuere, si usted quiere darse una idea de lo que fue el cebiche en tiempos coloniales dese una vuelta por Huacho y pruebe este pedazo de historia mientras se dirige a contemplar los restos de una de las ciudades más antiguas de América (para muchos la más antigua), Caral y otra cuya antigüedad parece ser mayor; Bandurria.
Finalmente, si usted, amable lector, se toma el trabajo de buscar en el diccionario de la Real Academia Española verá que se aceptan cuatro formas de escribir la palabra:
Cebiche
Sebiche
Seviche
Ceviche
No siempre concordamos con la Real Academia y menos en este caso. Yo prefiero seguir aquí lo que dice mi tía Martha Hildebrandt y por eso, cuando pienso en ese plato de pescado cortado en gráciles cubitos, decorado con lechuga, camote y todo su recutecu, continúo escribiendo de esta manera:
c-e-b-i-c-h-e
Empecemos por el origen de este plato, nosotros los peruanos decimos que el cebiche es peruano, pero lo cierto es que distintas variedades de platos —todas con elementos comunes como el pescado y el ácido— reciben ese nombre en países americanos como México, Ecuador, Chile y otros. O sea que el cebiche no es tan peruano como nos habían dicho. Pero, vamos, compatriota peruano, no se moleste con este Viejocaminante, porque falta decir que lo que hace único al cebiche peruano —o a los cebiches peruanos, para ser más exactos—, además del diminutivo (cebichito), es ese toque medio japonés de pescado casi crudo, el limón en su punto de acidez, el camote bien anaranjado, el choclito, ese maravilloso ají limo que combina perfectamente el picor y el sabor adecuado y esas cosas a las que tan acostumbrados estamos.
Otro asunto interesante es que las primeras informaciones de las que se dispone cuentan que en la costa norte, a la llegada de los españoles ya se preparaba un platillo semejante pero, a falta de limón se usaba la fruta de la pasión, la maracuyá.
En tiempos coloniales, me comentaba mi amigo historiador Miguel Ángel del Castillo Morán, se elaboraba con base en jugo de naranjas agrias. A mí esto no me sorprendió mucho, porque en algunas zonas de Huacho el cebiche se continúa haciendo de esa manera y es un sabor de la niñez del que, hábilmente preparado por mi siempre citada tía Edelmira Churrango, guardo grato recuerdo. Sea como fuere, si usted quiere darse una idea de lo que fue el cebiche en tiempos coloniales dese una vuelta por Huacho y pruebe este pedazo de historia mientras se dirige a contemplar los restos de una de las ciudades más antiguas de América (para muchos la más antigua), Caral y otra cuya antigüedad parece ser mayor; Bandurria.
Finalmente, si usted, amable lector, se toma el trabajo de buscar en el diccionario de la Real Academia Española verá que se aceptan cuatro formas de escribir la palabra:
Cebiche
Sebiche
Seviche
Ceviche
No siempre concordamos con la Real Academia y menos en este caso. Yo prefiero seguir aquí lo que dice mi tía Martha Hildebrandt y por eso, cuando pienso en ese plato de pescado cortado en gráciles cubitos, decorado con lechuga, camote y todo su recutecu, continúo escribiendo de esta manera:
c-e-b-i-c-h-e
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Foto cortesía del blog comida sana