Y llegó el día viernes. Antes hubiera dicho que era sábado chico y probablemente habría salido con mis amigos a bebernos unas buenas copas de ron, y las habríamos metido al buche al grito de ¡BANSAI!, un grito por demás suicida y que tenía mucho de alegre y de demente según creo. Y digo antes, porque ya no bebo una sola gota de licor.
En fin tal y como prometí, ayer sencillamente me he mantenido alejado del acontecer nacional y mundial. Hoy prometo volver a sumergirme un poco en este caos que llamamos mundo y ver qué pasó en mi día de burbuja. ¿Recuerdan a David Vetter, el niño de la burbuja? Ayer fui el Viejocaminante de la burbuja y me metí en mi cápsula a la que llamo casa y de ahí no supe de lo que pasaba en el mundo.
Y hablando sobre David Vetter, era este caballerito un individuo que nació sin anticuerpos y sus padres no tuvieron mejor idea que meterlo en un traje que lo aislara del mundo y así, como metido en una pecera, el pobre diablo fue creciendo y mirando a todos como desde una vitrina, como una pieza de museo, y su vida era eso, estarse metido en un traje del que solo dejaban escapar sus excreciones sólidas líquidas y gaseosas, porque sino que el pobre se hubiera transformado en el niño sin nariz a la vez que el niño más pestífero de la tierra. Pensar que ese pobre infeliz creció y se volvió un hombre que quería tener una enamorada para apretujarla o acaso salir a la calle para jugar con sus amigos y al fin tuvo sus cinco minutos de alegría cuando lo sacaron de su traje espacial y pudo al fin saber a qué olía el planeta y el muchacho fuerte y robusto llenó de aire sus pulmones hasta que murió exclamando alguna palabrota de puro contento que estaba.
Pero volviendo a mi día, no todo fue tan simple como parece. Ayer después de muchas lunas pisé mi vieja casa de estudios: San Marcos. Pude apreciar que algunas cosas no cambian, sigue la fila de alumnos para comer (aunque ahora comen como refugiados de guerra en un comedor improvisado en lo que fue la explanada de Química), siguen reclamando por el Estatuto Universitario. De hecho me alcanzaron a la entrada un volante en el que anuncian para hoy un conversatorio sobre la vigencia del Estatuto a 25 años de su puesta en práctica. Lo triste fue leer la serie de errores que tenía el papelito, pero bueno he de inferir que la dichosa reglamentación no dice nada de aprender a escribir, al menos eso creo.
Y así fue que estuve paseándome por mis viejos lares y era casi como si de nuevo fuera un sanmarquino. Entonces recordé que mi amigo Mátrix me decía que un día iba a encontrar mi retrato en una banderola como símbolo de la casa de estudios. Yo, muy orgulloso le dije que si el creía que me iban a poner allí junto con Bryce y él me contestaba que no, que me iban a poner como parte de la fauna silvestre que habita por la huaca.
Y así estuve paseándome por aquella universidad, en la que para sorpresa mía aún encuentro conocidos arrastrando sus humanidades como almas en pena.
Hoy vuelvo a mi realidad, a leer noticias y escribir algunos "textículos" en mi blog.
Ahí le vamos...
En fin tal y como prometí, ayer sencillamente me he mantenido alejado del acontecer nacional y mundial. Hoy prometo volver a sumergirme un poco en este caos que llamamos mundo y ver qué pasó en mi día de burbuja. ¿Recuerdan a David Vetter, el niño de la burbuja? Ayer fui el Viejocaminante de la burbuja y me metí en mi cápsula a la que llamo casa y de ahí no supe de lo que pasaba en el mundo.
Y hablando sobre David Vetter, era este caballerito un individuo que nació sin anticuerpos y sus padres no tuvieron mejor idea que meterlo en un traje que lo aislara del mundo y así, como metido en una pecera, el pobre diablo fue creciendo y mirando a todos como desde una vitrina, como una pieza de museo, y su vida era eso, estarse metido en un traje del que solo dejaban escapar sus excreciones sólidas líquidas y gaseosas, porque sino que el pobre se hubiera transformado en el niño sin nariz a la vez que el niño más pestífero de la tierra. Pensar que ese pobre infeliz creció y se volvió un hombre que quería tener una enamorada para apretujarla o acaso salir a la calle para jugar con sus amigos y al fin tuvo sus cinco minutos de alegría cuando lo sacaron de su traje espacial y pudo al fin saber a qué olía el planeta y el muchacho fuerte y robusto llenó de aire sus pulmones hasta que murió exclamando alguna palabrota de puro contento que estaba.
Pero volviendo a mi día, no todo fue tan simple como parece. Ayer después de muchas lunas pisé mi vieja casa de estudios: San Marcos. Pude apreciar que algunas cosas no cambian, sigue la fila de alumnos para comer (aunque ahora comen como refugiados de guerra en un comedor improvisado en lo que fue la explanada de Química), siguen reclamando por el Estatuto Universitario. De hecho me alcanzaron a la entrada un volante en el que anuncian para hoy un conversatorio sobre la vigencia del Estatuto a 25 años de su puesta en práctica. Lo triste fue leer la serie de errores que tenía el papelito, pero bueno he de inferir que la dichosa reglamentación no dice nada de aprender a escribir, al menos eso creo.
Y así fue que estuve paseándome por mis viejos lares y era casi como si de nuevo fuera un sanmarquino. Entonces recordé que mi amigo Mátrix me decía que un día iba a encontrar mi retrato en una banderola como símbolo de la casa de estudios. Yo, muy orgulloso le dije que si el creía que me iban a poner allí junto con Bryce y él me contestaba que no, que me iban a poner como parte de la fauna silvestre que habita por la huaca.
Y así estuve paseándome por aquella universidad, en la que para sorpresa mía aún encuentro conocidos arrastrando sus humanidades como almas en pena.
Hoy vuelvo a mi realidad, a leer noticias y escribir algunos "textículos" en mi blog.
Ahí le vamos...
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