domingo, 10 de agosto de 2008

Caín y Abel, historias subterráneas

Rock y arte

Siempre he creído que la historia del rock casi es una violenta reseña de la historia del arte y que podría servir para explicar aquellos cambios que hicieron pasar del barroco al neoclásico y del romanticismo al modernismo u otros estilos artísticos.

Y, es que la del rock es una historia en la que los cambios generacionales son más violentos, las tendencias menos duraderas y los resultados los mismos que en cualquier forma artística. Pasar de los simple a lo complejo, de lo complejo a lo simple y en cada una de estas etapas, ir de lo innovador a lo soso y repetitivo.

En todos estos casos, los críticos van a la retaguardia. Cuando los críticos logran racionalizar y explicar un fenómeno, ya un arte nuevo está surgiendo en otro lado, indómito y oculto.

En cualquier forma de arte, se dice que las obras que empiezan una corriente son novedosas, exigen la atención del creador y del que las capta -oyente, lector como quiera que se le llame- son frescas y su frescor no deriva de otra cosa que de la fuerza de lo novedoso (aun cuando sean muy complejas y oscuras). Luego de eso, el arte nuevo es aceptado por una nueva generación que empieza a expresarse de esa manera. Pasado un tiempo, sin embargo el arte nuevo se hace fósil, lo innovador se deja de lado y se aplican recetas, fórmulas que hacen realizable el trabajo. Lo creativo cede paso a lo normativo.

En el caso del rock, los movimientos contrapuestos han sido más rápidos, de un estilo casi callejero a estilos refinados como el rock progresivo, las bandas han ido sucediéndose a velocidades vertiginosas. Lo que una generación oye difícilmente gustará a la siguiente generación y, el cambio generacional es muy rápido a veces de unos cinco años o menos. Las rupturas suelen ser violentas, como ocurrió en el arte en general, con sus estilos antiguos, la diferencia es que en el rock -quizá por su apego a la juventud-, todo es más rápido.

Ahora bien, es claro que eso no implica replanteamientos de gustos. Por ejemplo yo escucho metal y, porque en los noventas aparezca el grunge o alguna otra cosa, no iba a volverme grunge, jamás. Los que estamos en un estilo seguimos ahí. Cuando hablo de cambio, me refiero a los chiquillos, ellos son los que tienen esa opción abierta.

¿Rock con identidad?
Hay una forma de rock que implica que te guste musicalmente lo que un grupo de artistas que 'suenan parecido' hacen. Entonces el que escucha esa música dice, por ejemplo a mí me gusta Roy Orbison (por citar un ejemplo) o a mí me gusta el rock clásico, asecas. Pues bien, les gusta y punto. Bueno por ellos.

El rock con identidad, sin embargo implica más que un gusto musical a secas, implica una forma de pensar, de actuar y de relacionarse con el mundo.


Casi todos los estilos de rock con identidad -por no decir todos-, se pueden agrupar bajo el rótulo de "Subterráneo". Y es que lo subterráneo no es algo que se vende al mejor postor, sino algo que la gente adopta por decisión propia, que lo lleva a buscar a sus iguales y a tomar una actitud. (No me extiendo en esos temas, porque definitivamente es mejor leerlos en el propio blog).

Caso peruano. El escape subterráneo
El contexto en que surge el rock subterráneo -incluyo al metal, bajo el rótulo de rock- en el Perú es un contexto de crisis política, de debilitamiento de las intituciones. El fenómeno del rock subterráneo no puede se explicado como una cuestión netamente musical, donde el rock era una suerte de escape a la realidad abrumadora.

Esto lo ha comprendido -y me lo comentó con bastante lucidez- Syd Misious, antiguo compañero de aulas de este caminante, joven historiador sanmarquino, quien ha empezado la tediosa -y a veces azarosa- tarea de recopilar información sobre el rock de aquellos años.

Desde las relaciones del rock con movimientos de izquierda y ultraizquierda, a la opinión de los iniciadores de la movida, en Caín y Abel, los propios protagonistas toman la palabra, como para que nos muestren de alguna manera lo que pasaba en esos años.

Es un trabajo arduo, sí. Y es difícil, porque se ubica en un terreno donde lo cercano dificulta la mirada serena. Pero alguien debe hacerlo... ¿quién mejor que un propio subte?


¿Y el metal... subterráneo?

Me parecería un exceso hablar del metal subterráneo (o metal banger). Casi diría que si es metal, es subterráneo por antonomasia y que cualquier otra cosa distorsionada tocada por guturales sujetos de cabellos largos que se vende por ahí como pan caliente no es sino pose digna de ser olvidada.


Sea como sea, este viejocaminante ha sido invitado a colaborar como amigo del blog Caín y Abel. Muy pronto estaremos empezando las entregas correspondiente a la escena metal. Al igual que con el rock, el metal es un estilo con identidad y si no nos cuidamos, los metaleros tenemos el riesgo de pasar al olvido como un grupo de ebrios que no se cortaban el cabello y que rugían o gritaban como leones enjaulados.



3 comentarios:

  1. Saludos. Muy buen articulo, espero leer el articulo sobre el metal, como tu dices debemos cuidar al metal para que no muera, no creo que llegue a morir, pq el que ha escuchado metal, siempre! pero hay gente que nos caga todo y nos hace mala fama, si a ellos me refiero a los demasiado "true", a los que se ponen a chupar afuera de los concerts! y creen que escuchar una banda que no tiene ni un demo es ser mas true aun! ellos son los que cagan todo esto!

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  2. Gracias, Víctor. Sí pues, como comentaba alguna vez, cuando te emborrachas pasas una involución constante:

    A los catorce eres el valiente
    A los veinte eres divertido.
    A los treinta, ya eres un borracho aguardientoso
    A los cuarenta das risa
    A los cincuenta das pena
    A los sesenta en adelante ya das asco

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  3. jajaja a los 60 ya das asco, que buena, saludos otra vez! nos vemos en sodom!

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